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Coleta, moño y nada

Coleta, moño y nada

 

A pesar de la muy buena opinión que tenemos de Isabel Díaz Ayuso (como saben los lectores de este estupendo periódico), nunca pensamos que la presidenta madrileña lograse, además de la rotunda victoria en los comicios del pasado 4 de mayo, la jubilación anticipada y forzosa del personaje más siniestro que ha pasado por la política española en los últimos dos siglos. Y eso que han pasado unos cuantos...Pero tan siniestros como él, es casi seguro que no.

Y eso que ser siniestro no supone, en sí mismo, ningún mérito. A Pablo Iglesias no se le recordará, de hecho, por nada que sus seguidores puedan concretar en obras, porque nada de provecho hizo por los demás en toda su carrera política. Todo lo hizo por sí mismo y (todo hay que decirlo, e incluso aplaudirlo) por su familia, a la que ha proporcionado todos los bienes muebles e inmuebles que se necesitan para no pasar apuros de ninguna clase. Lástima que no haya querido esforzarse por mejorar la calidad de vida del resto de las familias españolas.

Iglesias Turrión ha sido un quiero y no puedo, un acelerón para nada, un ceño fruncido y una amenaza constante, y un griterío improductivo. Iglesias ha sido una constante labor de oposición. Tanto, que cuando se vio en la vicepresidencia del Gobierno de España, con mucho trabajo que hacer, con responsabilidades que asumir, con explicaciones que dar, con críticas que responder..., prefirió salir corriendo con la excusa pueril de que “había que parar a Ayuso”. Lo que había que parar era el peso del cargo público, que es otra cosa bien distinta.

Pasó de la coleta al moño, y casi sin solución de continuidad al pelo corto, con mechón ondulado, emulando a un tal José Stalin en su juventud. Por supuesto que cada uno intenta parecerse a quien quiere, dependiendo de cómo sea uno. A Iglesias siempre le gustó aquello de “tomar el cielo al asalto”, una expresión que puso en evidencia el poco gusto por la democracia liberal y su clara preferencia por el modelo ruso de principios del siglo XX. O la Cuba de los Castro, o el Ché Guevara como ejemplo también de demócrata y pacifista.

La política es el arte de hacer posible lo que necesitan los pueblos. Es la búsqueda del Bien Común a partir de lo concreto, de lo práctico. Es también la gestión de lo público. Pero a Pablo Iglesias nunca le interesó, en puridad, la política, sino la lucha partidista.

Al ya ex líder de Podemos le gustaba la pelea y el agit prop, el uso de los medios de comunicación como altavoz de sus ocurrencias, casi siempre pueriles o simplemente trasnochadas. Sin nadie, eso sí, que le cortase las alas o lo llevase a los tribunales.

Porque lo más terrible del paso de Iglesias Turrión por la política española es precisamente eso: que alguien tan nefasto, tan irresponsable, que ha logrado enfrentar a los españoles de nuevo, reabrir heridas ya cerradas crispar a un pueblo lleno de virtudes objetivas, que alguien así no haya terminado sus días en la política sentado delante de un tribunal para ser juzgado. Razones y escándalos habría de sobra para podérselos echar en cara en un proceso judicial.

A Iglesias le terminó cortando la coleta y el moño Isabel Díaz Ayuso, que salió por la puerta grande el 4 de mayo por la noche. Es posible que veamos al ex líder de Podemos frecuentando las terrazas de moda del barrio de Salamanca, con un polo de Ralph Lauren, los pantalones blancos y su pelito corto. Quizá lo que siempre, en el fondo, quiso ser.

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