Réquiem de difuntos
Que la izquierda y la extrema izquierda española se intenten autodestruir es de las mejores cosas que le pueden pasar al pueblo español. Realmente, por un principio de justicia poética elemental, lo suyo sería que los españoles destruyesen a la extrema izquierda, en justo castigo por el daño que durante décadas ha causado esa ideología nefasta a la nación española. Pero tampoco nos parece mal que se autodestruya, teniendo además, ese espectáculo macabro, cierta belleza estética.
Ver a Iglesias Turrión fuera de la Universidad Complutense (y, por tanto, lejos, muy lejos de nuestros hijos) es ya grandioso. Le han descartado dos veces. Pero verlo además repartiendo estopa a Yolanda Díaz, su heredera natural, su delfina, su tapada, su sucesora... Atizándola como si fuese una neoliberal, una ultraderechista de Vox. Como si fuese Mariló Montero, en aquel mensaje suyo repugnante y cobarde. Con ese tono que ya conocemos, desaforado, excesivo, pueril. Siempre pasado de revoluciones.
Empecemos por subrayar que es fundamental que un personaje tan nocivo y dañino como Iglesias esté fuera de las instituciones públicas, en este caso debido a la prejubilación forzosa que le recetó la doctora Díaz Ayuso, vía urnas. Es también muy dañino que aparezca semanalmente en una tertulia de la Cadena Ser, soltando mentiras y burdas manipulaciones a una audiencia millonaria; pero eso ya es más difícil de poder evitar.
Sin embargo, y a pesar de su notable pérdida de poder político, Iglesias se sigue sintiendo el líder carismático de esa izquierda casposa, furibunda, que funciona a golpes de odio, como un Frente Popular redivivo. Yolanda Díaz (elegida a dedo por Iglesias para sucederle) ha hecho con Podemos lo que los buenos cristianos hacemos con los cadáveres, que es enterrarlos. Ha enterrado Podemos para crear una "cosa" llamada "Sumar", pero sin darse cuenta de que la cabeza de Iglesias (cortada también por la doctora Díaz Ayuso, para evitar la gangrena marxista de Madrid) se había quedado fuera del nicho podemita.
Ahora, Iglesias pide a su delfina que "trate con respeto" a Podemos, pero Yolandísima está ya en modo electoral, mirando de reojo al Palacio de la Moncloa, y no se deja intimidar por el vociferante ex-vicepresidente del Gobierno. Cosas de la extrema izquierda, que siempre se ha comportado con esta violencia hipócrita entre sus miembros. Apuñalándose durante la nefasta II República, y odiándose en público hoy, cuando se comían la boca hace solo unos meses.
Podemos es un cadáver. Sumar es un mortinato. Aunque Iglesias y Díaz se nieguen a verlo, no hay nada a la izquierda de Pedro Sánchez. Hay solamente un vacío con silencio de cementerio y acordes de réquiem ateo. Y sin embargo, queridos lectores, ¡hay que ver qué bien le ha sentado siempre a España la muerte de sus peores enemigos!