Alternancias de gobierno

Las alternancias en el gobierno de España desde que comenzó nuestra democracia han sido habituales. Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez…
La sociedad española, que en su gran mayoría no está situada sociológicamente en ninguno de los dos extremos, ha ido cambiando su voto, cada ciertos años, en función de la confianza mayor o menor en los candidatos, de sus propuestas y también, lógicamente, de su situación personal: “Si ahora me va bien con estos, ¿para qué cambiar?”.
Hay una pregunta muy repetida en todas las encuestas que dice algo así: si hiciéramos un gráfico sobre la típica pregunta de las encuestas de “entre 0 y 10 políticamente, siendo 0 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, ¿dónde se sitúa usted?”, nadie se ve en el 0 o en el 10, ni siquiera en el 1 o en el 9, porque nadie se auto-percibe extremista de nada. Así que los que votan a la extrema izquierda se auto-perciben en un 2 o 3, y los que votan a la extrema derecha se califican como un 8, y rara vez en un 9.
Cuando la encuesta termina, nunca sale un gráfico “plano”, donde la población española esté repartida de forma uniforme. Hasta ahora, durante toda la democracia, el gráfico se vería más o menos así:
Podemos decir que la gran mayoría de los españoles se sienten entre el 4 y el 7, siendo el 4 un votante claramente socialista y un 7 un votante claramente del Partido Popular. Esto ha sido así siempre, y ambos partidos mayoritarios, independientemente de intentar rascar a sus laterales algo de voto con algún guiño, focalizan sus campañas al centro, porque ahí está la gran mayoría de la población española (un centímetro en la gráfica por el volumen de ciudadanos que están ahí supone cientos de miles de personas en el centro que, si oscilan a un lado u otro en las urnas, han dado siempre la mayoría al partido ganador). Somos mayoritariamente gente seria, normal y nada radical, aunque los de los extremos sean cuatro gatos más ruidosos.
Es por ello que, en un gráfico histórico, desde el inicio de la democracia, los españoles hemos generado un gráfico sociológico similar a la “joroba” de un dromedario, con una marcada elevación en el centro que cae hacia ambos lados de forma progresiva.
Por eso, desde Adolfo Suárez, que probablemente podríamos ubicarlo en un 5 puro, hubo un pequeño giro hacia la izquierda centrada del Partido Socialista en 1982 con Felipe González, que sociológicamente se fue alternando debido al desgaste lógico de la gestión o por la simple intención de la ciudadanía española de cambiar para mejorar, sin variar de forma radical nuestra convivencia, siempre en torno a esa cresta de la joroba del dromedario, que podría estar en el 5 a izquierda y derecha hasta 2018 con Mariano Rajoy. Era la época del bipartidismo, de la construcción de la democracia después de una terrible guerra civil y la dictadura posterior de Francisco Franco.
Con la llegada de nuevos partidos, nacidos del descontento de los dos grandes bloques mayoritarios y nutridos de muchas personas que se sentían sin hueco en los partidos tradicionales, se fragmentó aún más el tablero sociológico. Por la franja cercana al cero nacieron Podemos y posteriormente Más País, Sumar y toda esa amalgama de radicales de izquierdas que no se sentían ya representados por las siglas de Izquierda Unida. Por la otra franja nació Vox, recogiendo los restos de partidos como Falange, España 2000 y descontentos del Partido Popular. En el medio nació primero UPyD y luego Cs, recogiendo también restos del Partido Popular y del PSOE en aquello que se bautizó como nueva política, y que poco después se demostró que de nueva tenía poco.
La alternancia desde esa joroba de dromedario caía a un lado y otro del 5, a pesar de esos nuevos partidos, y eso, que al autor de este artículo le parece incluso sano para una democracia moderna como la nuestra, ahora se ha terminado.
La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa sin el voto mayoritario de los españoles, teniendo que forzar primero una moción de censura sin justificación y luego un pacto Frankenstein nunca antes visto en nuestro país, echándose en brazos de todos los que han intentado machacar nuestra democracia desde su nacimiento con ideas xenófobas de independentismo imaginario, peticiones regionales que nunca han priorizado el país sino su terruño, izquierdas radicales sectarias con propuestas que han llevado a muchos países a la ruina, e incluso pactar con los que, asesinando a casi mil personas, querían imponer su autoritarismo.
El gobierno actual y las ideas de un autócrata sin remedio, recurren no sólo a la corrupción de todos los que le rodean para controlar empresas y hacerse ricos a costa de los españoles, sino al enfrentamiento total de la sociedad española que practica Pedro Sánchez en cada una de sus decisiones o declaraciones. El sanchismo, arropado por comunismo, independentismo y todos los radicalismos juntos, lleva varios años queriendo enfrentar a hombres contra mujeres, homosexuales con heterosexuales, ricos con pobres, gente de la ciudad con gente del campo, ateos con cristianos, taurinos con antitaurinos, ecologistas y no ecologistas, animalistas y no animalistas, empresarios con trabajadores, incluso entre regiones, y esto lo que ha conseguido es una “polarización” tan importante en la sociedad que ahora la joroba de dromedario se ha convertido en una joroba de camello, donde en lugar de una joroba hay dos. Dos Españas en una, donde se obliga al ciudadano a estar en un lado o en el otro. No se puede estar en medio siendo de izquierdas y que te gusten los toros, o siendo de derechas y pobre. No se puede ser cristiano y animalista, ni empresario ecologista.
Pedro ha conseguido situar a todos los ciudadanos en un lado, en el suyo, y si no, eres “facha” y estás en el otro, y esto es muy peligroso.
La fragmentación y polarización de la sociedad a la que nos está llevando este gobierno, sumado a los atropellos de todas las instituciones (CIS, CNI, RTVE, Renfe, Correos, Adif, AENA, el Ejército español, Indra…) y a la intromisión de uno de los poderes del Estado de derecho, el Ejecutivo, en los otros dos, el Legislativo y el Judicial, además de la censura a los medios de comunicación que no comulgan con sus proclamas, hace que no sólo corra peligro nuestra democracia, sino también la paz.