Volando voy, volando vengo…
Lunes, 18 de julio. Un helicóptero Súper Puma del Ejército del Aire despega de la base de Cuatro Vientos y, tras unos minutos de vuelo, aterriza en el helipuerto del palacio de la Moncloa. Pedro Sánchez sube al aparato, saluda a los pilotos y se acomoda en su asiento. Tras algo más de dos horas de trayecto, aterriza en la localidad cacereña de Casas de Miravete. Ahí, le esperan los coches oficiales que le llevarán hasta la zona de monte calcinado donde el presidente del gobierno culpa de los incendios al cambio climático. El helicóptero vuelve de vacío a Madrid, mientras que, en la base aérea de Torrejón de Ardoz, despega con destino a Extremadura el Falcon oficial. Sánchez ha preferido hacer el regreso en avión, que le traslada de vuelta a Torrejón, donde le espera otro helicóptero, recién llegado desde Cuatro Vientos, que le llevará a la Moncloa. Una vez le deja, regresa a su base. En total, ocho vuelos, ocho despegues y ocho aterrizajes de tres aeronaves en un solo día para el desplazamiento presidencial.
El martes, para visitar el incendio de Galicia, fueron once desplazamientos, con el Falcon a León y helicóptero hasta O Barco de Valdeorras en Orense. El miércoles, para inaugurar un tramo de carretera en Castellón y luego visitar el Puesto de Mando Avanzado contra los incendios en Ateca (Zaragoza), otros cinco desplazamientos aéreos. El consumo medio del Súper Puma es de 600 litros de queroseno por hora de vuelo. El Falcon consume 1.313 litros cada hora.
Excelente trabajo de Gonzalo Araluce en Vozpópuli que nos ha permitido conocer en detalle toda la infraestructura que mueve Sánchez en sus viajes. No es, en absoluto, criticable que el presidente del gobierno cuente con recursos públicos para atender sus compromisos oficiales. Pero sería de agradecer que los utilizase con una cierta moderación. El mismo lunes, 18 de julio, el Rey Felipe VI viajó también a Extremadura para interesarse por los incendios, pero lo hizo con el mismo Súper Puma a la ida y a la vuelta.
Sánchez no tiene el más mínimo pudor en utilizar el avión oficial para trayectos que podría hacer en coche o en tren, o para viajes privados con su familia y amigos, para asistir a conciertos o comuniones.
Los españoles apenas podemos pagar nuestras facturas y el gobierno nos pide que no contaminemos. Mientras tanto, Falconetti canturrea: “Volando voy, volando vengo…”