No tenemos nada que perder, ya nos lo arrebataron todo

No tenemos nada que perder, ya nos lo arrebataron todo

Este pasado 11 de marzo se han cumplido 21 años desde que Madrid se convirtiera en el escenario del peor atentado que ha vivido Europa en toda su historia. Sumando esto al hecho de que España ha sido azotada durante más de 50 años por el terrorismo de ETA además de por otros más de 20 grupos terroristas, se presupone que deberíamos ser un ejemplo de país en materia de terrorismo y víctimas. En lo que se refiere al terrorismo, no puedo más que agradecer el trabajo diario e incansable que llevan a cabo nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pues las detenciones que efectúan cada semana, y la amenaza yihadista de la que claramente están protegiendo a España, habla por sí sola. En materia de víctimas es otro cantar.

El presidente del Gobierno, que jamás ha permitido un encuentro con la AVT, a pesar de que se lo hemos solicitado en numerosas ocasiones, se reunió recientemente con Bildu en Moncloa. Una imagen que para las víctimas del terrorismo es desoladora. Una imagen que para nosotros supone una revictimización muy dolorosa. No hay más que ver la sonrisa triunfal con la que Mertxe Aizpurua, poco amiga de cambiar su duro semblante, subió las escaleras del complejo de la Moncloa. Era un gran triunfo para los herederos de ETA. Otro más. Pero la cosa no quedo ahí: Aizpurua no quiso comparecer tras el encuentro (debía hacerlo en un atril con el escudo nacional y delante de las banderas de España y de la UE) y enviaron un comunicado que rezaba: La sociedad vasca, como demostró hace ya 39 años mostrando claramente su rechazo a la OTAN, es una sociedad que aboga por la diplomacia, la negociación y el acuerdo como mejor fórmula para garantizar la paz. Es decir: Sánchez no sólo ha permitido que los herederos de nuestros verdugos pisen la Moncloa, es que ha permitido que además nos den lecciones de pacifismo. Ellos, que no condenan el terrorismo de ETA. Que cuentan con condenados por terrorismo en sus filas. Que siguen homenajeando a asesinos. Que siguen siendo lo que siempre han sido. Con blazer y gafas. Pero lo que siempre han sido. Ver para creer. Y lo peor de todo es que no pasa absolutamente nada. Parece que todo el mundo ha normalizado el blanqueamiento de Bildu. Que son ya por todos considerados la izquierda amable. No saben qué terriblemente cruel e injusto es esto para las víctimas del terrorismo. El blanqueamiento ha llegado hasta tal punto que se están vaciando las cárceles de etarras y nadie, excepto las víctimas, está poniendo el grito en el cielo.

Desde el fatídico lunes 7 de octubre que amanecimos con la noticia de que se había aprobado en el Congreso el proyecto de Ley de reforma de la Ley Orgánica 7/2014, de 12 de noviembre, sobre intercambio de información de antecedentes penales y consideración de resoluciones judiciales penales en la Unión Europea que permite la reducción de penas a muchos terroristas y la excarcelación de muchos de ellos, todo ha sido una pesadilla. Ya son dos terroristas los que se encuentran en libertad gracias a esta reforma del PSOE: el jefe de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) Manuel Pérez Martínez, más conocido como Camarada Arenas, y el etarra Balbino Sáenz de Olarra.

Por otro lado, tenemos que hablar de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que desde que ha cambiado al responsable de recurrir los terceros grados a los etarras, eso se ha vuelto un coladero. Los terroristas están consiguiendo los terceros con unas cartas que bien podrían ser obra de IA. Incluso Sergio Polo, el etarra que aparece retratado como el asesino despiadado que es en la película La infiltrada, también lo ha conseguido. Y por supuesto, todos salen con trabajo (condición sine qua non para la obtención de este beneficio penitenciario).

¿En qué lugar nos deja todo esto a las víctimas del terrorismo? Nuestros verdugos entrando en la Presidencia del Gobierno con una sonrisa triunfal. Los terroristas abandonando las cárceles en un goteo incesante que cada vez va a ir más rápido. ¿Cómo se explica esto, señores? ¿Cómo se explica que la sangre derramada no ha valido para absolutamente nada? Que las familias destrozadas no han podido ver con el tiempo cómo se ha hecho justicia, sino todo lo contrario.

Y enfrente la AVT. Cada vez más debilitada, pues además de negarse a abrirnos las puertas de Moncloa, nos ha ido recortando poco a poco las subvenciones. Y no sólo eso: el pasado mes de enero el grupo parlamentario al que pertenece el presidente del Gobierno registró una proposición de ley que impedirá que la AVT participe en los procedimientos judiciales seguidos por delitos de terrorismo como Acusación Popular. Esta ley provocará la expulsión inmediata de la AVT de los más de 200 procedimientos judiciales en los que actualmente se encuentra personada e impedirá que podamos hacerlo en el futuro. Desde su fundación en 1981 el trabajo jurídico de la AVT ha sido uno de sus pilares fundamentales. Tanto en defensa de víctimas concretas actuando como apoyo y refuerzo para evitar que tengan que enfrentarse en solitario a los terroristas, como en defensa del colectivo de víctimas en general en los casos de delitos de terrorismo sin víctimas individuales. Pues bien, con esta ley las víctimas del terrorismo perderán este paraguas de protección.

Las víctimas del terrorismo siempre hemos confiado en el Estado de derecho. De hecho, hemos sido inmensamente generosas: se aprobó una ley de amnistía en 1977 que supuso el borrón de casi 70 asesinatos de ETA y otros tantos asesinatos cometidos por otros grupos terroristas por la reconciliación necesaria en ese momento. Y las víctimas, seguimos confiando en el Estado de derecho. Se aprobaron indultos, como los concedidos a los miembros de ETA político militar y de Terra Lliure, en aras de la paz, y las víctimas del terrorismo seguimos confiando en el Estado de derecho.

Sin entrar a valorar la conveniencia y eficacia de esas medidas, que se adoptaron sin tener en ningún momento en cuenta a las víctimas, lo que se buscaba con ellas era garantizar la paz, la convivencia y la concordia. Valores superiores a los que toda sociedad debe aspirar. Eso sí, convirtiéndonos las víctimas no sólo en víctimas del terrorismo, también de la paz. Una paz en un lugar donde nunca hubo una guerra, sino una banda de asesinos que pusieron las pistolas y unas víctimas que pusimos las nucas.

Sin embargo, lo que ahora se nos pide es mucho más grave porque el fin es única y exclusivamente político y se centra exclusivamente en la persona del presidente del Gobierno, que está cediendo ante reivindicaciones históricas de ETA (que está consiguiendo por dejar de matar lo que no consiguieron matando) para asegurarse su permanencia en el poder. Y eso no se puede permitir. Aunque a nadie le importe. Aunque nos estén intentado debilitar para hacernos desaparecer. Vamos a seguir ahí, Señor Sánchez. Con las víctimas del terrorismo no va a poder. Somos un colectivo demasiado importante y poderoso. Y lo más importante: ya lo perdimos todo, bueno, más bien ya nos arrebataron todo. No vamos a parar, porque no tenemos nada que perder.

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