Lágrimas en la lluvia
“Queda otorgada la confianza al candidato Pedro Sánchez Pérez-Castejón”. En el instante en que Meritxell Batet pronunció las palabras mágicas, Pablo Iglesias rompió a llorar a lágrima viva. No era para menos, se había garantizado sus 78.000 euros al año como vicepresidente, y la madre de sus hijos, Irene Montero, otros 73.211 como ministra.
Pablo Iglesias, el chico de Vallecas que, en cuanto tuvo ocasión, abandonó el barrio para encastillarse en una lujosa mansión protegida por la Guardia Civil en la exclusiva zona de Galapagar; el activista que decía que los escraches son “jarabe democrático” cuando se lo aplican a otros, pero un ataque fascista si se lo hacen a él; el izquierdista que asegura emocionarse cuando ve que los manifestantes apalean a un policía; el progre que soñaba con azotar a una presentadora de televisión hasta hacerla sangrar; el defensor de los trabajadores que, según denunció el director de Canal 33, pagaba en dinero negro a sus trabajadores de “La Tuerka”; el pacifista que alardea de pegar puñetazos a los “lúmpenes” que son gentuza de clase más baja que la suya; el demócrata que no acepta el resultado de las urnas cuando favorece a la derecha y hace un “llamamiento antifascista” contra un nuevo partido, se convierte ahora en vicepresidente del gobierno del Reino de España.
Nunca la carrera de un anti-sistema fue más fulgurante aprovechándose de los resortes democráticos del propio sistema. Como para no llorar de emoción. Decía el replicante de Blade Runner: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
Al igual que el replicante, también nosotros asistiremos a cosas increíbles y, gracias a Pedro Sánchez, veremos cómo se pierden tantos valores que consolidó nuestra Transición. Como lágrimas en la lluvia.