Vuelo nocturno
Al ministro Ábalos le ha tocado comerse el marrón. Y ya es raro, porque, siendo hijo de torero y estando casado con una policía, debería haber tenido más ojo.
Cuando en Moncloa fueron conscientes del lío que se les venía encima con la visita clandestina de Delcy Rodríguez, el pringue fue para el emisario de confianza que escogió Pedro Sánchez.
Así que, en domingo por la noche y a las tantas, vete al aeropuerto de Barajas, sáltate todos los protocolos, busca escolta policial para que nadie en un control se ponga exigente y reúnete a escondidas con una señora que, como otros compinches de Maduro, tiene prohibida la entrada en Europa.
Pero Ábalos puede con todo. Este valenciano de Torrent, único varón junto a sus siete hermanas, que ayudaba desde los 16 años en el negocio familiar de muñecas, y que trabajó en una gestoría en el COU, pronto militó en las Juventudes Comunistas. Ábalos ha deambulado por la política con acierto. Se hizo un hueco en el PSOE valenciano y en la política ha sobrevivido cuatro décadas.
Algunos le tomarán por un jugador, que lanza los dados al azar. Cuando apostó por Jorge Alarte en 2012, perdió. Pero estuvo en racha cuando apostó por un perdedor, un tal Sánchez al que tiraron por una ventana de Ferraz, sin que nadie imaginara que volvería para devorarles a todos. Y el Sancho que acompañó a ese Quijote en la gesta obtuvo su recompensa.
Ahora es ministro, secretario de organización y hombre de confianza del presidente. Y eso es lo que puede acabar con él.
Debería Ábalos haber leído a Antoine de Saint-Exupéry. Sabría de los riesgos que comportan los vuelos nocturnos. Fabien, el protagonista de “Vol de nuit”, pilotaba a medianoche su avioneta desde la Patagonia hacia Buenos Aires cuando una tormenta llegada del Pacífico le envolvió. A Ábalos, la tempestad le llegó del Atlántico, de Venezuela. Y en esas latitudes, son muchos los radares que acechan. Puede que, en Washington, tengan curiosidad por saber más de su encuentro nocturno con Delcy.