El abajo firmante
Como cada vez que ponen las urnas y la izquierda está deprimida, han vuelto los abajo firmantes. El abajo firmante deja prueba de su entusiasmo con una rúbrica bajo un texto que suele ser una versión elaborada y actualizada del no pasarán. El abajo firmante vive en soledad pero cuando se aproxima la campaña se agrupa en forma de lista miliciana para animar el voto a la izquierda progresista. Sin saber todavía si los suyos les van a subir los impuestos o se los van a inocular como vacuna, acuden en socorro del poder, al que deben agradecer las dádivas pasadas y las futuras. La historia del abajo firmante es paradójica: jalean a la izquierda y cobran de la derecha, que si llega alcanza el mando suele tener unos detalles generosos para con ellos. De Ayuso han pillado poco. No digo que haya relación entre el cobro y hacer la cabra. Son tan solo hechos coincidentes. Son, dicen, el mundo de la cultura. En el listado uno ve escritoras, periodistas, animadoras, sindicalistas y un jubilado de la banca. Llamarles el mundo de la cultura viene a decir que todo lo demás es un submundo inculto, paleto, árido de ideas, huérfano de firmas. Uno sospecha que a estas alturas el abajo firmante solo arrastra su cansada decepción por los escenarios y su urgencia de que les pongan la vacuna antes que a los demás, como pide Bardem, que su trabajo es estar revolcado y eso implica mucho riesgo de contagio. El abajo firmante suele poner su huella debajo de un manifiesto que vuelve a anunciar el apocalipsis. El fascismo, el horror, la muerte por coronavirus, las colas del hambre, el paro, todo esto llegará a Madrid si hacemos oídos sordos a lo que dicen los abajo firmantes. ¿Cómo, que todo eso ya ha llegado? Es porque gobierna la derecha. El abajo firmante nos propone el voto para la izquierda progresista y feminista. Para que en la noche del 4 de mayo los ganadores nos digan al oído: me voy al baño a refrescarme, te espero ahí. Mientras nos pasan las manitas por la cintura.