Última función

Llegados al borde del abismo, asomados al precipicio del hundimiento, asistimos al espectáculo revelador de ver qué negocios se protegen, cuáles son los prioritarios. Cojan butaca de primera fila porque la función promete ser histórica. Están los abajofirmantes de la llamada cultura. Nunca fueron algo más que mediocres coplistas del partido. Unos, como Víctor Manuel, ya cantaron al caudillo. Otros, como Serrat, autor de pareados de colegio de primaria, han asistido indiferentes a cualquier represión comunista, mientras cobraran. Hoy vuelven a ejercer como enterradores del sanchismo, como ya lo hicieron con el felipismo. Su firma es solo el colofón ridículo de un acta de defunción.
Mucho más interesante es la cadena de apariciones de Zapatero, culpable de la gran crisis económica que nos dejó su gobierno atolondrado. Ha hecho negocios con chinos, venezolanos y guineanos. Empujó la defenestración de Ábalos para convertirse en hombre fuerte del gobierno de Sánchez, una especie de presidente en la sombra, encargado de los negocios esenciales de la cuadrilla criminal que nos gobierna. Es el autor del giro de nuestra política exterior hacia la servidumbre de Pekín, que cobra en contratos con la empresa de sus hijas; es el defensor de la siniestra dictadura venezolana. Suya es la política que ha dado poder a Bildu, suyo es en origen el relevante podio que entregó al separatismo catalán. Recuperado de su fracaso como gobernante, ha vuelto al poder con aires pontificales, dispuesto a nombrar al sucesor de Sánchez, no vaya a ser que se estropeen los grandes negocios que han patrocinado este desmantelamiento del estado, este final chusco, cutre y miserable, siempre a la altura moral y ética de una banda de desaprensivos que vistieron su rapiña con el nombre de “giro social”. Nunca tan buenas palabras sirvieron para propósitos más deleznables. El final de este sainete nos dejará exhaustos. Lo que venga después, el golpe de realidad que nos espera, promete ser trágico.