El poder, para llegar al dinero
Rodeado de marrulleros que no han pisado la calle, Pablo Casado ha arruinado su carrera política en el episodio más chusco y letal de la vida política en las últimas décadas. Solo tuve un encuentro con García Egea, ese tubo de plástico que asegura escupir huesos de aceituna con la celeridad de un petardo. Me pidió consejo para sortear una crisis, se lo di, no lo pagó. En el tiempo corto de la entrevista puso a escurrir a Casado por ir a dar la cara en la Barcelona del procés. Aficionados.
Casado ha cometido uno de los más graves errores en los que se incurre a la hora de formar equipo. Casi todos los que le acompañan son peores que él. No es que Pablo sea una gran figura del toreo político. Lo cual hace más grave la composición de su cuadrilla.
En el escenario queda estos días la impresión de una traición urdida desde la cúpula para anular a Ayuso. ¿Qué buscan Casado y Sánchez en esa maniobra conjunta para descabezar Madrid? El poder. Pero no el poder por el poder, sino el poder para llegar al dinero. Al presupuesto de Madrid, a los fondos europeos que, es inevitable, querido Sánchez, tienen que llegar a la Comunidad, y que Casado y Sánchez no controlan. La gran corrupción ha intentado hacer pasar por golfo un contrato de trabajo. Los grandes comisionistas han querido disfrazar de favor nepotista la remuneración por una gestión de un profesional del comercio sanitario.
Expertos en el juego de despachos, los pijos que gobiernan el PP han arruinado las posibilidades de un relevo en la Moncloa para favorecer su juego mezquino de prebendas. Como nunca pisaron la calle más que para hacerse algunas fotos con vacas en el escenario equivocado, no saben que la política tiene algunos mandamientos, pocos, que nada tienen que ver con la vida virtual de las redes sociales. La traición se paga con la dimisión.