Autoritarios

Situado en el dilema de elegir entre dos líderes autoritarios, Sánchez ha elegido al que siente más próximo en eficacia y control social. El viaje de nuestro autócrata a China es una elección coherente y muy meditada. Viene aconsejada por Zapatero, ese gobernante en la sombra, que ejerce como canciller y comisionista, ya sea con Maduro, ya con el rey Mohammed, o con el emperador de Pekín. Esa inclinación por oriente no quiere decir que esté alejado, en las formas, de los modos y maneras de Donald Trump. Si hay un dirigente europeo que se le parezca, ese es Sánchez. Los ataques contra los jueces, la ocupación del poder judicial, las ofensivas contra cualquier prensa crítica, el desprecio del poder legislativo, la utilización de las instituciones y de la administración pública para eliminar a adversarios políticos, la falta de transparencia en la administración de los fondos europeos, y el enervado capricho con el que responde a las situaciones críticas, le sitúan en la esfera psicológica de Trump.
Pero China es algo más: es el ariete, la pieza clave con la que se alían los regímenes izquierdistas para demoler la fuerza internacional de Washington, el liderazgo occidental de los Estados Unidos. Sánchez se entrega así a la alternativa, un régimen que aspira al dominio mundial, y que compra y corrompe todo lo que toca. Países de África y América (Ecuador, Panamá) han sido utilizados como herramientas de control de materias primas, como piezas estratégicas para minar la fortaleza comercial norteamericana.
Sánchez, que entregó el poder y la nación a los independentistas con tal de mantenerse en el poder, demuestra que es capaz de abrazarse a Pekín con tal de asegurarse el respaldo internacional de una dictadura que no busca otra cosa que su propio interés político.