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Algunos hombres buenos

Algunos hombres buenos

 

Tengo la firme convicción de que todo lo que nos rodea y experimentamos a lo largo de nuestras vidas conlleva una justificación, o mejor dicho, una oportunidad. A lo largo de la historia, la humanidad ha podido constatar que todo o casi todo tiene trasfondo. Da igual el orden de cosas.

En el plano personal, he de significar que he tenido la suerte, -hasta ahora-, de encontrar personas que han aportado a mi vida múltiples lecciones, algunas magistrales. Y esto nos ocurre a todos. Pocas veces se repara cuando se antepone el interés legítimo de consagrar una amistad que, a la larga, siembra paz, amor y tranquilidad. En numerosas ocasiones, es fruto de una supina ignorancia.

Hay personas en nuestras vidas que están porque tienen que estar y usted no lo sabe.

A todo esto, las personas que no reparan, lo llamar tener suerte. A esta hay que buscarla; no se dispensa en ningún supermercado.

Nuestra mente exige hacer una continua exégesis de las cosas que nos ocurren. Se nos obliga a enmarcar todo aquello que acontece y llevarlo a la casilla predestinada, sin embargo, la mayoría de las veces lo pasamos por alto.

Si se fijan, en nuestra historia contemporánea, han existido personajes de importancia y de referencia en política y sociedad, que han servido de acicate para otros continuar un determinado propósito. Pues bien, todos ellos en sus vidas tuvieron la fortuna de tener a alguien cerca que les impulsara la “meninge” para hacerlo. Por mucho que nos cueste reconocerlo, ha sido así.

Las cosas que nos ocurren nunca son fruto de la casualidad, del azar, del acaso. El “orden” que nos gobierna y pocas veces reparamos, distribuye esa sinrazón de darte lo que no sabes, aunque que ya lo esperas.

Si el lector tiene el prurito de desgranar el significado del vocablo “azar”, se dará cuenta de lo que les transmito: Causa o fuerza que supuestamente determina que los hechos y circunstancias imprevisibles o no intencionados se desarrollen de una manera o de otra.

Mejor viajemos al génesis. Según refería el compositor americano Leo Robin, existe una eventualidad contingente inherente a la naturaleza. La naturaleza comete errores porque a veces falla en la consecución de sus fines. Me río yo de tan vana reflexión.

Siempre nos hemos esforzado para dar a la palabra suerte una utilidad objetiva en su encuentro. Richard Wiseman, profesor de la Universidad de Hertfordshire en Reino Unido, realizó una investigación partiendo de la siguiente premisa: ¿Cómo puede ser posible que haya personas que están situadas en el lugar adecuado para que les ocurra cosas buenas y otras, sin embargo, parecen haber sido agraciadas con el “Don de la oportunidad”?

Con su investigación llegó a la siguiente conclusión: buena parte de la fortuna o de la ausencia de esta tiene que ver con la actitud. En su palabras: “La mayoría de la gente simplemente no está abierta a lo que le rodea”.
Y yo estoy completamente convencido de que es así. A la suerte hay que llamarla y exponerse a pecho descubierto para recibirla. "La suerte es simplemente un aspecto interesante del proceso en el que asumimos riesgos y oportunidades", afirma el psicólogo Mike Aitken, de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.

Quizás este artículo sea una verdadera carta de amor para alguna de las personas que me he cruzado en la vida y que me han proporcionado con su “estar” poder “ser”, avanzar y tener fundamento para afrontar una vida repleta de alegrías y girones.

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