CUESTIÓN DE RESPONSABILIDAD | Del este al oeste de Europa pasando por Marruecos
La paradoja de ser un ciudadano más europeo no puede dejar vacío e inane de contenido a las obligaciones que históricamente nos han hecho sobrevivir otrora; hoy no es suficiente aval. Revenidos de dos grandes guerras que asolaron el viejo continente, nace un esperpento mordaz en el escenario económico actual.
La oligarquía internacional que no se ve pero se siente, acaba de dejar paso a la Soviética. Una masa crítica de dinero esparcida entre las balas de una guerra que no ha sorprendido a nadie. Ahora parece falazmente que todos la esperábamos.
Mucho me temo que esto no tiene pinta de amainar. Una clase política europea desaliñada, sacudida de la más voraz indiferencia, hace oídos sordos a la llamada de un país hermano que irónicamente llama al timbre de su puerta.
En la frontera, las garras de un comunismo invasor que, -cual elefante-, invade a un pueblo tranquilo que acaba de caer en la más terrible de sus pesadillas en pleno Siglo XI.
Su despertar en la cacería comunista encarnado en un Putin “stalinado” que, -como lobo herido-, no deja parpadear a una OTAN trémula e indecisa en el ejercicio de sus funciones, conllevando al renacimiento de una nueva etapa de guerra fría (gélida) de misiles y cohetes que esperemos no ver nunca y que finalmente sean de artificio celebrando su final.
Lo que sí tenemos claro es que acabamos de aprender una cosa más en la historia de Europa: seguimos siendo primates, o mejor dicho, primos. Nos negamos a estudiar y asumir nuestro papel de “peleles”. La maquinaria de una economía mundial sumergida en llantos y dolor, busca a las plañideras de una ciudadanía europea desconfiada y egoísta.
A la izquierda del mapamundi, un Tío Sam que se constipa cada dos por tres por dejar la puerta abierta a los orcos que manejan la espita del avance imperialista, devastador y globalista que maneja la energía y materias primas, hace temblar a cualquiera (precisamente de frío). Ya no nos funciona ni la caldera.
Frente a esto, un comunismo expansionista que no ha cambiado en casi 100 años de vestuario y careta, irrumpe en una Europa hasta ahora dividida y de pandereta, por lo menos en idiomas y cultura: esa que tanto nos hace falta que aprendan los más jóvenes.
Esta situación ha despertado a los peores traficantes y mafiosos estados que cual sabandijas negocian con el calor y la luz de mi casa.
…y mientras tanto, el “Señor que vive en La Moncloa”, -supuestamente garante de nuestra paupérrima situación-, acaba de firmar el contrato de arrendamiento con derecho a compra de su Palacio. Ahora nos encanta viajar (en globo o en Falcon) a Marruecos para solucionar “un nosequé” y comer cuscús con nuestra vejada bandera puesta del revés; total qué más nos da.
Vive Dios que a mi ya me pilla entradito en años y posiblemente no pueda volver a ver florecer al país que amo, pero hasta la última gota de mi sangre, hecha verbo y palabra, no dejaré de quejarme de quienes tienen la obligación de cuidarnos (que para eso les pagamos).
Me veo en breve hablando árabe y presentando concurso voluntario de mi hogar. Salud para todos y nos vemos en el Mercantil.
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