El Papa Francisco y la reconciliación
Debo reconocer que me impactaron los titulares de alcance acerca de la entrevista que Carlos Herrera hizo ante los micrófonos de COPE al Papa Francisco. Me refiero, en concreto, a las palabras del Pontífice sobre la reconciliación, cuando el periodista le preguntó sobre el desafío independentista en Cataluña. “Yo no sé si España está totalmente reconciliada con su propia Historia, sobre todo la Historia del siglo pasado”, se preguntó Su Santidad.
Ante estas declaraciones, el propio Herrera consideró necesario romper una lanza por la generación ejemplar que hizo posible el paso de la dictadura a la democracia tras la muerte del general Franco. Una generación, la de nuestros abuelos y nuestros padres, la de los bisabuelos y abuelos de quienes nos siguen, que vivió y sufrió la Guerra Civil y que decidió pasar página de aquel terrible pasado para que sus hijos y nietos pudieran convivir en una España en paz y libertad.
Sin duda, Herrera estuvo acertado a la hora de reconocer la Transición española como un modelo admirado y emulado en todo el mundo. Pero un atento repaso a las palabras del Papa Francisco, sin la inmediatez de esa excepcional entrevista que le hizo Herrera en el mismísimo Vaticano (el sueño de todo corresponsal en la Santa Sede como lo he sido yo), demuestra que no se estaba refiriendo a ese momento histórico en que las dos Españas enterraban la Guerra Civil para escribir el futuro de una sola España libre y democrática. “¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?”, se preguntaba el líder sindical comunista Marcelino Camacho el 14 de octubre de 1977, en el debate en las Cortes del proyecto de ley de Amnistía. Lo que el Papa buscaba con esas palabras, en mi opinión, es un llamamiento de profundo calado dirigido a la España de hoy. Estas fueron sus palabras a renglón seguido, después de plantear su duda sobre si España está reconciliada con su propia Historia:
“Y si no lo está -continuaba- creo que tiene que hacer un paso de reconciliación con la propia Historia, lo cual no quiere decir claudicar de las posturas propias, sino entrar en un proceso de diálogo y de reconciliación, y sobre todo huir de las ideologías que son las que impiden cualquier proceso de reconciliación. Además, las ideologías destruyen. Unidad nacional es una expresión fascinante, de verdad, la unidad nacional, pero nunca será verdad sin la reconciliación básica de los pueblos. Y creo que en esto cualquier gobierno, sea del signo que sea, debe hacerse cargo de la reconciliación y ver cómo llevar adelante la Historia como hermanos y no como enemigos, o al menos con ese inconsciente deshonesto que me hace juzgar a otro como enemigo histórico”.
Son palabras claras y certeras para quienes sostenemos precisamente que, al margen de las legítimas reparaciones pendientes en relación con las víctimas de ambos bandos en la contienda fratricida y el franquismo como es su exhumación de las fosas, la llamada “memoria histórica” es un intento de imposición de un relato ideológico del pasado, y por tanto, revela una voluntad totalitaria, además de una estrategia de división y confrontación.
No puede haber unidad ni reconciliación nacionales, dice el Papa, si en vez de asumir nuestra propia Historia, hacemos que entren en juego las ideologías para convertir el pasado en un arma arrojadiza, con el fin de destruir, dividir y enfrentar. ¿Acaso la figura del “enemigo histórico” que menciona el Papa no es la que ha sido virulentamente reinventada por los discursos radicales, tal cual sucede en Cataluña y el País Vasco con los secesionistas o en el resto de España con los que por otras vías, pero con idénticos fines, abogan también por la ruptura del sistema constitucional?
Sí, la unidad nacional es una expresión y una realidad fascinantes, sobre todo si es la de una Nación con más de cinco siglos de Historia y con un legado de civilización realmente admirable como es España. Pero con razón dice el Papa que esa unidad nacional nunca será real si no hay una voluntad de desterrar la discordia y la confrontación. Me reafirmo en que el Papa Bergoglio no estaba cuestionando el inmenso logro de la España de la concordia y la reconciliación en la entrevista con Carlos Herrera. Estaba haciendo todo lo contrario: recordarnos que aquella generación ejemplar nos enseñó un camino para llevar adelante la Historia como hermanos, no como enemigos históricos. Ese es el principal desafío que tenemos los españoles de hoy, queramos verlo o no.