El Madrid de los barrios

El sol tibio de marzo comienza a asomarse entre las nubes que aún tapizan el cielo y que ahora se muestran algodonosas, tras haber desterrado ese muro plomizo que ha llorado intensas lluvias durante tres largas semanas. En abril, los días comienzan a ser generosos en horas de luz. Una luz que poco a poco avanza bañando los campos y despertando a las flores. La naturaleza olvida su letargo. Y los pueblos y ciudades vuelven a recobrar su algarabía estival. Es tiempo de primavera y la Sierra Madrileña rebosa actividades, festejos y tradiciones.
El día nos regala una paleta de bellos colores sobre las laderas cubiertas de pinos, de vides y flores. Y en la noche, el leve viento mece la oscuridad y trae aromas de incienso y velas. El sol se esconde y magnética y misteriosa emerge la luna llena dispuesta a recrear la luz que alumbró los últimos pasos de Jesús y que revivimos durante la Semana Santa.
Amanece, anochece… e inexorables caen los días. Mientras, la vida acontece en Madrid, en sus pueblos y ciudades. Y en la capital, esa vida se respira en sus barrios. Arapiles, Sol, Atocha, Trafalgar, Ventas, Argüelles… cada uno, especial y único.
En Guindalera, cada mañana, cuando el sol aún no ha salido, Jorge recorre las calles aledañas al negocio de prensa que atiende, ofreciendo a los transeúntes, con su mejor sonrisa, la prensa del día, y las jornadas en que gana su Real Madrid del alma, su sonrisa se ve multiplicada.
Un poco más abajo, un puñado de jóvenes se prepara para entrar en la escuela de actores donde están fraguando sus sueños e ilusiones. En la tahona de Darío ya han empezado despachar pasteles y bizcochos recién horneados… la calle huele a pan caliente, una tentación irresistible para los mecánicos del taller de Paco. Varias calles más abajo, las hermanas Castro se afanan en colocar hasta el más mínimo detalle del escaparate de su boutique, siempre tan alegre y colorido. Pepe y Tere se han jubilado y han echado el cierre a su modesta tienda de ultramarinos, se les echa de menos. Y en la pequeña galería de arte de Fernando, los sábados por la noche se reúnen varios amigos para disfrutar de los acordes de una vieja guitarra española.
Madrid es Jorge, es Darío, es Pepe y es Tere. Madrid es ilusión, es trabajo, es arte. Madrid es el sonido de las rejas de los negocios que abren cada mañana y de las gentes que se esmeran por prosperar. Gentes que se sonríen cuando se encuentran. Que se saludan por su nombre. Que se ayudan y se respetan. Gentes que son el alma de los barrios.