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La pértiga del PSOE

La pértiga del PSOE

El sanchismo es oscuridad. Así lo definió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el pasado debate sobre el estado de la región en el mes de septiembre en la Asamblea de Madrid, casa de todos los madrileños. No pudo haberlo definido mejor. Porque la oscuridad es toda ausencia de luz, toda falta de transparencia, toda maniobra maquiavélica urdida a escondidas, toda obstrucción a la Justicia, todo aquello que se sustenta en la mentira y que se implementa a base de manipulación. Y así es la política de Pedro Sánchez.

Y mientras la presidenta regional, un año más, daba cuenta en la Asamblea de Madrid de su gestión al frente del Gobierno de la Comunidad, el presidente del Gobierno de España, no ha celebrado un debate del estado de la nación en lo que va de legislatura, la última vez que lo hizo fue en 2022. Pero todo tiene su lógica. Si el debate sobre el estado de la nación -que debe celebrarse anualmente-, tiene como finalidad abordar la política general llevada a cabo durante el año por el Gobierno y dar cuenta de sus acciones… ¿qué política va a contar Sánchez que ha llevado a cabo? ¿De qué acciones va a dar cuenta si no lo hace cuando es preguntado de forma directa por la Oposición durante las sesiones de control en el Congreso?

Y es que en lo que va de legislatura (hasta primeros de agosto de 2025), el Congreso de los Diputados ha aprobado diez leyes y nueve leyes orgánicas, es decir, un total de 19 leyes desde las pasadas elecciones del 23 de julio de 2023, la ratio más baja de la toda la democracia. Aunque aludiendo a esa manipulación y falta de transparencia, la cifra que ofrece el propio Gobierno sea mayor, ya que incluyen en el lote no solo los proyectos de ley o proposiciones de ley que se tramitan en el Congreso, sino también los reales decretos o los reales decretos legislativos que están llevando al BOE por su cuenta. 

La realidad es que el Congreso tumba una y otra vez las propuestas que lleva el ejecutivo de Sánchez, pero esto le importa en realidad tan poco al presidente, que prefiere ir al cine con su esposa para ver la última película de Amenábar, que estar en Congreso votando la reforma Laboral de su socia Yolanda Díaz.

La cruda y aberrante realidad es que Sánchez no ha dado explicaciones sobre por qué cesó en su día al ex ministro y su mano derecha, Ábalos; no ha dado explicaciones sobre el caso Koldo, ni se ha manifestado sobre el ingreso en prisión de su también mano derecha, Santos Cerdán. No da explicaciones sobre los turbios negocios de su mujer, sobre el rescate de Air Europa, sobre el puesto de su hermano como director de la Oficina de Artes Escénicas en Badajoz, sobre las filtraciones de su Fiscal General del Estado para arremeter contra la presidenta madrileña, sobre las negociaciones en la sombra y fuera de España con el prófugo Puigdemont,  sobre su cambio de opinión en relación a la amnistía a los golpistas catalanes, sobre la toma de decisiones unilateralmente en materia de política internacional que además están llevando al peor momento de la imagen de nuestro país y su proyección internacional desde la Democracia, sobre su nefasta política de inmigración, sobre los retrasos de las ayudas a los damnificados por el volcán de La Palma o a los de la DANA de Valencia, por la visita fugaz (también con nocturnidad y alevosía) de Delcy Rodríguez, ministra de Hidrocarburos y vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, o sobre su relación con Aldama… al que se refirió con aquello de … “menuda inventada…”

A Sánchez no le importa no dar explicaciones porque le trae al fresco absolutamente todo, excepto perpetuarse en la Moncloa. No le importa España, ni le importan los españoles, ni le importan las mujeres, ni le importan los inmigrantes, ni le importan los palestinos…  Pero si no le importan ni los propios votantes del partido socialista. Y es que Sánchez a estas alturas de la película y del esperpento, ha demostrado con creces que no es socialista.

Pedro Sánchez se aprovechó de las siglas del PSOE. Utilizó el partido socialista hábilmente, como si fuera una pértiga, para impulsarse, primero hacia la secretaría general del partido (a la que presuntamente pudo acceder mediante maniobras oscuras), y más tarde hacia la Moncloa.

Sánchez no es socialista es, simplemente, sanchista. Es él y sus circunstancias.

Quizás ya va siendo hora de que los votantes socialistas reaccionen y se den cuenta de cómo el presidente se ha aprovechado de ellos y se ha reído en su cara. El partido socialista ha bajado sustancialmente en las encuestas de intención de voto porque algunos de sus votantes ya se han dado de bruces con la realidad, pero sorprendentemente sigue teniendo apoyos, aunque cada vez sean menos… cierto es que cómplices, enchufados y estómagos agradecidos no le van a fallar porque no se verán en otra igual. Realmente, esos son los únicos votos con los que a estas alturas debería contar.

Parece que algunos antiguos líderes del PSOE han dado un paso adelante para tratar de recuperar aquel partido moderado y constitucionalista que ha destruido el sanchismo. Por el bien de España les deseo la mejor de las suertes en tan complicada pero no imposible gesta.

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