Pedro Sánchez amenaza al modo y manera de Nicolás Maduro la libertad de prensa, fundamental en democracia. Decía Thomas Jefferson, con razón, que más vale prensa sin gobierno que gobierno sin prensa. Pero es que Jefferson defendía la libertad. En España, lo sabemos todos, el periodismo lleva años sometido al poder político de la mano de la imperiosa necesidad, por supervivencia, de publicidad institucional, así como por la precarización de la profesión que obliga al periodista a callar y aguantar en demasiadas ocasiones. A izquierda y derecha, que tanto monta monta tanto. Pero ahora el sanchismo pretende perseguir a todo aquél que no le baile el agua.

La tentación totalitaria de acallar a la prensa no es nueva en el PSOE. Rodríguez Zapatero, precursor de Sánchez, intentó crear un Consejo Estatal que pudiera sancionar a periodistas y repartiera carnés. Tú sí, tú no. Ese carné de prensa que le han negado desde la izquierda estos días atrás al activista Vito Quiles, enfrentado al ministro sin romanizar Óscar Puente.

Pedro Sánchez lo verbalizó en la campaña de las europeas: meterá a los medios críticos, a todos, en cintura antes de que acabe el verano. Lo hará, contó luego, endureciendo la legislación relativa al derecho al honor y el derecho de rectificación. Algo, eso del honor, que no le ha preocupado lo más mínimo hasta que se ha destapado la presunta corrupción de su esposa. Y de su hermano. Y de Moncloa.

En realidad, lo que preocupa a Sánchez son los mínimos reductos de libertad de prensa aún existentes. Es un tirano. Intentará ahogarlos económicamente. Mientras paga a Broncano, Silvia Intxaurrondo y demás serviles activistas millonadas con dinero público. Para hacer programas que nadie ve.

Pedro Sánchez es corrupción. Y totalitarismo. Defensamos la libertad de prensa. Defendámonos del sanchismo.