En 1933 el régimen nazi expulsó a los deportistas judíos, medio judíos o gitanos de las competiciones. Así, la Federación Alemana de Ajedrez echó a todos los jugadores judíos, prohibiéndoles participar en torneos. El boxeador Erich Seelich, el tenista Daniel Prenn o la atleta Gretel Bergmann siguieron sus pasos. Poco después los nazis marcaban los establecimientos de los judíos, a los que hicieron llevar una estrella de David de color amarillo en la ropa. Sabemos que aquello acabó en el Holocausto. Millones de personas asesinadas por ser judíos.

¿Por qué les cuento esto? Porque se puede estar en desacuerdo con Netanyahu, presidente de Israel, como lo están de hecho miles de israelíes, pero no podemos recaer en las páginas más negras de la historia de Humanidad. Lamentablemente, el mismo presidente del gobierno de España es instigador intelectual de la “caza al judío” que se ha desatado en nuestro país.

Demasiados años de complicidad con el movimiento BDS que quiere volver a los espacios “judenfrei” o con organizaciones consideradas terroristas por la UE como Samidoun, presente en la kale borroka que acabó con La Vuelta, han hecho que nuestra izquierda descerebrada se haya pasado al nacionalsocialismo. Del mecanicismo marxista al biologicismo nazi.

Se puede estar en contra de Netanyahu que, como hace Sánchez, trata de sacar rédito político de una desgracia, y criticar lo que sucede en Gaza sin necesidad de cantar  el“desde el río hasta el mar” de quienes quieren matar a todos los judíos, sin marcar negocios, sin mezclar arte, deporte o cultura con gobiernos, sin afirmar que existe un genocidio, cuando lo que hay es una guerra terrible causada por Hamás, quien el 7 de octubre de 2023 invadió Israel y violó, asesinó y torturó a miles de civiles indefensos.