La corrupción suele aparecer en cualquier colectivo de forma individual. Como sostuvo Lord Acton, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Por eso son tan importantes los controles en democracia (impensables bajo una dictadura). No se trata de acabar con las conductas corruptas, que siempre las habrá porque la naturaleza humana es la que es y además no se puede cambiar por más que la ingeniería social intente dar a luz al hombre nuevo, sino de detectarlas y castigarlas. Los check and balance que dicen en Estados Unidos, país en donde también se están difuminando estos controles. En España hay pocos y Sánchez quiere acabar con los que quedan. Empezando por la Justicia.

Lo que rodea hoy a Sánchez, con su partido, su familia y su gobierno bajo sospecha, indica una corrupción sistémica de su formación política. ¿Cómo es posible que los primeros presuntos casos de corrupción tuvieran lugar a los tres días de alcanzar la Moncloa? ¡Tres días! ¿Cómo es posible que lo que era un secreto a voces, los prostíbulos del suegrísimo, tardara años en ser conocido por el público? ¿Cómo es posible que dos secretarios de organización estén bajo sospecha, uno de ellos en prisión, y él no supiera nada de nada? ¿Por qué expulsó a Ábalos del paraíso y lo mandó al averno del grupo mixto?

La degeneración de la democracia, palabra absolutamente prostituida, como señalara Ortega y Gasset, es en España inmensa. Fíjense en la expulsión de Vito Quiles del Congreso de los Diputados, modificando el reglamento. No es solo la conducta de los políticos. Licenciados en periodismo arrugan en televisión su arrogante nariz y le niegan a Vito la condición de periodista. Por hacer preguntas que ellos no se atreven, por ser incómodo para el poder. Es la degeneración democrática.