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Vinos de Madrid, el alma de nuestra tierra

Ayuso en el balcón de Génova tras la victoria electoral en Madrid Ayuso en el balcón de Génova tras la victoria electoral en Madrid

 

Decía el sabio Séneca que «El vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y asegura la curación de la tristeza.» Y, así es. Pero el vino es mucho más que eso, es pasión, cultura, historia, tradición y esfuerzo. Mucho esfuerzo tejido entre las largas jornadas de campo, en las que los viticultores cuidan con mimo extremo sus viñas o cepas como si cada una de ellas fuera de su propia sangre y, en el fondo, un poco lo son, ya que en muchas ocasiones, los viñedos van pasando generación tras generación en las familias, hasta llegar a formar parte del ADN de sus miembros y convertirse más que en un oficio, en toda una forma de vida.

Termina el verano, los campos se tapizan de colores ocre, el esperado fruto de la vid madura y llega el tiempo de la vendimia. Las bodegas madrileñas reviven especialmente estos días y, tras la recogida de la uva, comienza todo un proceso meticuloso y esmerado, para que sus mejores caldos lleguen a los paladares de los ciudadanos de todo el mundo. Porque los vinos de Madrid han despegado; su calidad y prestigio ya son reconocidos internacionalmente, sin duda impulsados por la gran labor que está llevando a cabo el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Madrid y por el férreo apoyo que les está brindando el gobierno de la Comunidad de Madrid.

La historia de los vinos de Madrid se remonta largos siglos atrás. Tal es así que parece estar contrastado que existieron plantaciones primitivas en tiempos de la conquista romana, existiendo documentos que acreditan su existencia en la actual zona geográfica de Madrid, fechados en el siglo XII. Estos documentos recogen la disputa que mantuvieron por la posesión de un viñedo, unos monjes y el señor feudal y que, finalmente, fue resuelta por el arbitraje del Rey. Más allá del anecdotario, los vinos de Madrid fueron cobrando importancia a través de los siglos, de tal modo que en la segunda mitad del siglo XV, la autoridad municipal tuvo que dictar medidas proteccionistas sobre el sector.

Ya en el siglo XX, Madrid cuenta con más de 60.000 hectáreas dedicadas al viñedo y será a partir de 1984 cuando arranca una nueva etapa en la historia del vino en nuestra Comunidad, quedando reconocida oficialmente la Denominación de Origen Vinos de Madrid en noviembre de 1990.
Actualmente, la Denominación de Origen cuenta con 8.528 hectáreas de viñedo inscrito, con 3.038 viticultores que las cultivan. Se divide en cuatro subzonas: Arganda, Navalcarnero, San Martín de Valdeiglesias y El Molar. Cada una de estas subzonas produce una tipología de vinos completamente diferente en función de la altitud y la composición del terreno, la cantidad de lluvia, las horas de luz solar, etc. Por ello, los vinos de Madrid son extraordinarios tanto en calidad como en variedad.

Respecto a las variedades de uva, entre la blanca encontramos la autóctona Malvar en Arganda, Navalcarnero y El Molar y la tradicional Albillo Real en San Martín de Valdeiglesias. Y en uva tinta, las más importantes son Tinto Fino (Tempranillo) en Arganda y Garnacha Tinta en Navalcarnero, El Molar y San Martín de Valdeiglesias. No obstante, también hay otras variedades como: Negral (Garnacha Tintorera), Graciano, Merlot, Syrah, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot, Airén, Moscatel de Grano Menudo, Torrontés (Alarije), Macabeo, Parellada y Sauvignon Blanc.

Si resulta un auténtico lujo contemplar la uva aún abrazada en racimos a la viña… disfrutar de todo su cuerpo y sabor, transformada en vino, y dejarse envolver por sus aromas y paladear sus matices, es un placer irresistible. Qué sabio era Séneca, no hay mejor manera de lavar nuestras inquietudes, enjuagar el alma hasta el fondo y curar la tristeza.

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