El cambio climático y el aire que engorda

El cambio climático y el aire que engorda

 

Hace unos días el diario independiente me dijo temprano que la emergencia climática, la crisis del calor, se debía solo a nuestro consumo de gasolina y derivados del petróleo. Al día siguiente me aseguraron, con sesudo rigor, que el aire acondicionado engorda. Con el fresco del climatizador, me dicen, tiende uno a no hacer nada, a pasar la tarde tumbado en un sillón, mientras desfilan por la pantalla las sopas ideológicas de Netflix. Tiene uno una ventaja para estas cosas. Hace unos años tuve una conversación larga con James Lovelock. Desde sus más de ochenta años ya no tiene que contentar a nadie. Lovelock fue el descubridor del efecto que algunos gases industriales provocan en la capa de ozono. Me dijo que el cambio climático es inevitable. La Tierra ha tenido muchos cambios de clima. La Tierra ha pasado épocas de más calor que la actual (algunas en la Edad Media) y de mucho más frío. El clima es oscilante, pendular. A épocas de gran calor siguen temporadas gélidas. Cuando esos cambios han ocurrido en el tiempo de los humanos, nos hemos adaptado. Hubo décadas en las que se cultivó la vid en Suecia. Hubo tiempos en los que los cocodrilos nadaban por aguas de lo que hoy son los polos. Nadie que no sea un cretino niega las oscilaciones del clima. Pero no admitan que esta tropa que le dice a usted lo que debe pensar, lo que debe hacer, de qué forma se tiene que someter, cómo debe ponerse para que le sodomicen (intelectualmente hablando) no les deje que gobiernen su vida. El aire frío no engorda, y con combustibles fósiles o con molinillos de viento, tendremos rigor climático. Le pregunté a Lovelock qué debía hacer para dejar a mis hijos en situación adaptada para lo que viene. “Compre una casa en una región alta”, me dijo. Lo que siempre le he dicho a mi mujer: “el lujo es pasar el verano en Noruega”.

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