El pasado abierto en canal

El pasado abierto en canal

 

Ahora que los presos terroristas están cerca de casa, ahora que todos tienen al menos el tercer grado, lo que queda del socialismo y los nuevos comunistas quieren abrir el pasado en canal. En cirugía se llama cortar por donde está la marca de la cicatriz. La transición, esa obra de los falangistas y de los comunistas, los de Carrillo, los del eurocomunismo que inventó Enrico Berlinguer para escapar de la invasión de Hungría, y de los tanques en Praga, firmó la reconciliación con los camisas azules.

El socialismo en esa época de España no existía. No es extraño, por tanto, que piensen que aquella transición, modelo de reconciliación, fuese una renuncia, un cierre en falso. Lo pensaba Zapatero, que ahora amasa millones del petróleo venezolano. Fue el autor de la primera fisura. Como no sabía de nada, y menos de historia, le pareció que era fácil dejar una huella sentimental y lacrimógena como obra de su mandato. Nos dejo la ruina y el primer giro hacia una época maldita. La transición, decía en su delirio, había sido una rendición temporal y oportunista. Había que volver a la república, aquel régimen imposible, porque no se hizo para convivir sino para aplastar a la otra España.

Esta segunda ofensiva tiene más carga. Los que quieren anular la transición son, básicamente, los que no la hicieron: los que pensaban en una república socialista en las provincias vascongadas, los pistoleros del Frap, y cuatro señoritos de ese socialismo que siempre vio con admiración la rebosante testosterona de los pistoleros. El señorito de la rosa no cogía el hierro por no mancharse, y porque su objetivo siempre fue el de tener una buena cuenta en Delaware y jugar a la historia mientras los demás se despellejan. Estamos en las peores manos, pero todavía no sabemos la profundidad de su maldad.

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