Animado por un ministro en funciones de primate, “el puto amo” se dispone a establecer el ministerio de la verdad. Establecer qué es lo cierto y qué es un bulo es la función que se atribuyen todas las dictaduras mientras afilan la guillotina o engrasan el tornillo del garrote vil. Nuestro postulante a tirano ha anunciado medidas contra todo medio en el que lea noticias que no le gusten. Hay comentaristas que están sorprendidos por esta degeneración del sujeto que nos gobierna. Ignoran que el programa lo traía incorporado cuando a la presidencia del gobierno. Lo aprendió de Zapatero. No sabían qué hacer con España, no tenían un plan, ni solución alguna para los problemas. Aplicaron la norma de la división y la tensión. Cuanto más enfrentamiento entre españoles, divididos en dos bandos, más cohesión habría en el voto de las izquierdas.

Tampoco fue Zapatero quien inventó estos mecanismos. El socialismo sectario lo lleva en sus orígenes y en su genética. Recuerdo el día que murió Ramón Rubial, presidente del partido. Josep Piqué se acercó a los funerales para dejar su pésame en nombre de la derecha centrista del PP. Aquellas declaraciones fueron recogidas por algunos medios, y el PSOE protestó furibundo porque se le diera vela en el entierro a uno de la derecha.

Nunca han querido la concordia, siempre les ha estorbado en sus planes, nunca han buscado un “nosotros” inclusivo en España. Más bien, al contrario, han fomentado el contraste radical, la furia, el ruido y el ánima revanchista. El llamado “puto amo” por uno de sus esclavos, el más atolondrado y mendaz de ellos, se encuentra en sus horas bajas. Su mujer ha utilizado la presidencia de su marido para hacer negocios, y él ha utilizado a su mujer para unir al partido y a los electores en la defensa de un patrimonio familiar que a cualquier gobernante, aunque fuera de Zimbabwe, le provocaría una profunda vergüenza.