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La Plaza Mayor desde Los Galayos

La Plaza Mayor desde Los Galayos

Es viernes y en Madrid, “mayea”. Mayo es por excelencia el mes más madrileño del año.  

Y lo es desde que aquellos héroes del 2 de Mayo de 1808 dejaron una huella imborrable en la memoria de todos los que amamos esta maravillosa tierra y la libertad que tanto la caracteriza.
También es el mes de San Isidro Labrador, patrón de la capital, celebrado con verdadera devoción en incontables municipios de raíces agrícolas que aún hoy trabajan incesantemente de sol a sol, para mantener con solvencia, uno de los sectores económicos más importantes de nuestra región. Gracias a nuestros agricultores se abastecen los mercados de los mejores productos de la huerta y se elaboran los caldos que tanto prestigio están aportando a la Denominación de Origen Vinos de Madrid.

El sol luce radiante, hace un día esplendido para caminar por las calles más céntricas. Es mediodía y la Plaza Mayor comienza a abrazar en sus soportales de piedra a gentes que vienen y van. Lo que antes era un bullicio de masas, ahora -debido a la pandemia-, se ha reducido a pequeños grupos de transeúntes que caminan despacio saboreando la esencia de este lugar singular cargado de historia por sus cuatro costados. Yo también disfruto de ese aroma, de esa sensación de sentirse empapado en siglos de historia y de tantas vivencias en ella acontecidas desde que fuera modestamente la Plaza del Arrabal. Camino despacio, pero con rumbo bien definido. Mi destino, el restaurante Los Galayos, uno de los establecimientos más emblemáticos de la Plaza Mayor. Fundado en 1894, este espacio gastronómico ofrece distintos salones en su interior perfectamente conservados y decorados, cuidando hasta el más mínimo detalle. Cuenta además con una espectacular terraza en la propia Plaza Mayor y otra esquinada en la calle Botoneras.

No es de extrañar que ostente un Premio Nacional de Hostelería y numerosos reconocimientos por el buen hacer de sus fogones, entre ellos, recientemente, restaurante “Recomendado” en la III Edición de los Soles Guía Repsol 2021. Cuatro generaciones al frente de un negocio que elabora con maestría la mejor cocina castellana, renovada, pero manteniendo el espíritu de la tradición, el mimo por los productos, el respeto por las recetas antiguas; y con un trato inmejorable hacia los clientes.

En la carta de Los Galayos podemos degustar torreznos ibéricos crujientes con sal Maldón, cazuela de callos de ternera al estilo de Madrid, patatas revolconas con sus choricitos, tajada de bacalao, albóndigas de rape en salsa marinera, corazones de alcachofas naturales de Navarra o tortilla española cuajada al momento. Para los apasionados de la cuchara, cocido madrileño de la casa, salmorejo cordobés con hilos de jamón ibérico o sopa castellana con ibéricos. Respecto a las carnes, hallamos auténticas joyas como la paletilla de cordero lechal asada, albóndigas de secreto ibérico con salsa, chuletón de Vacuno Mayor y, naturalmente, la especialidad de la casa: cochinillo lechón asado.

Definitivamente, me decido por el cochinillo y confieso que caigo rendido ante su sabor y su textura. Resulta absolutamente tierno, jugoso y la carne está muy desgrasada. Sin duda, en ello tienen mucho que ver el tiempo empleado en su elaboración -unas ocho horas-, y la procedencia de los cochinillos, ya que todos los que asan en Los Galayos, provienen de Segovia y tienen el distintivo de Marca de Garantía de Segovia. Sigo contemplando las gentes mientras termino mi café. Madrid “mayea” y yo… me dejo llevar.

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