Por el mar corren las liebres
Hubo un tiempo en el que los políticos eran personas respetables y respetadas, servidores públicos, personas que acostumbraban a anteponer el interés general de sus ciudadanos a los suyos propios o a los partidistas de su formación política. Y así, gracias a sus principios y valores, y también a su esfuerzo, contribuyeron a levantar sus respectivos países, superando la devastación de grandes guerras y las consiguientes consecuencias de pobreza y hambruna, de subdesarrollo económico y social, de carencia de infraestructuras y redes de transporte y comunicaciones, etc. Políticos que supieron abrazar lo que les unía con quienes tenían ideas opuestas, tratando de buscar los elementos que compartían, en lugar de magnificar y potenciar aquellos que les diferenciaban. Fueron tiempos de nueva prosperidad, de concordia, de arrimar juntos el hombro, de debatir bajo el paraguas de la responsabilidad y del respeto hacia el otro. Tiempos en los que, por ejemplo, en España, se tejió nuestra Constitución del 78, consensuada por todos y gestada para todos los españoles.
Hoy, todavía, podemos encontrar políticos con verdadera vocación de servicio público, pero por desgracia, los que se abren paso mediante codazos y zancadillas, manipulando e insultando, han propiciado un escenario político triste y desolador.
Mal destino nos depara como sociedad y como pueblo, si nuestros representantes políticos se dedican a insultar, a manipular de forma obscena, a mentir o cambiar de opinión con toda impunidad, a levantar muros, a polarizar la sociedad, y a crear ciudadanos de primera y de segunda categoría.
España no merece este ninguneo. Ni que los políticos de turno horaden una y otra vez las cicatrices de unas heridas que nuestros abuelos y padres fueron capaces de suturar con concordia, con esfuerzo y valentía. Menos muros y crispación. Menos manipulación y cambios de opinión.
A estas alturas de la historia, ya sabemos que ni por el mar corren las libres, ni por el monte las sardinas, así que dejen ya de contar mentiras…