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Hacerse un Rato

Hacerse un Rato

 

En la reciente historia de España aparecen distintos protagonistas, en distintos papeles, y en distintos ámbitos que -gusten o no a la mayoría, o hayan cometido errores- han colaborado en la configuración de la sociedad, el estado del Bienestar, y a que la realidad en la que vivimos sea como es.

Ahora parece, según lo que se escucha a algunos nuevos políticos, o a reciclados tertulianos -que sufren tanto de Alzheimer como de populismo-, que ETA no era una banda de chantajistas asesinos, o que CiU no era un partido independentista de derechas (como el PNV), o que el Rey y los padres de la patria no salvaron la democracia y el espíritu de la Constitución.

Es alucinante, por ejemplo, escuchar a algunos partidos ponerse la medalla de la Ley del Divorcio en España, cuando fue de UCD, o a alguna ministra contando cómo ha inventado el feminismo. Dentro de poco habrá que volver a explicar qué era la mili y quien la suprimió (la mayoría de los menores de 30 años lo desconocen, igual que no saben quien es Tejero).

Pues con Rodrigo Rato pasa un poco lo mismo. Los últimos años ha protagonizado miles de titulares, de minutos televisivos, o en las ondas, en los que sólo se habla de sus problemas con la Justicia.

Por supuesto, dando mucho más importancia a las aperturas de diligencias que a cuando se archivaban, o se declaraba su inocencia.

Rato fue condenado por una de esa causas, pero si su nombre sale en una conversación popular de bar se esgrimen críticas a cómo engañó a la gente, cómo sacó a Bankia a Bolsa mintiendo, o cómo se inventó las tarjetas black. Las dos primeras no son verdad, y las tarjetas ya existían y se usaban en la Caja, si bien su grave error fue mantenerlas, e ignorar que eran un delito, utilizándolas.

De lo que ya nadie habla es de cómo fue vicepresidente y ministro de Economía, cómo bajó impuestos y reformó el IRPF en 1999 y 2003, mientras subía como nunca el PIB español y se lograba entrar en el euro. Sus logros le llevaron a ser director gerente del FMI antes de presidir Caja Madrid – Bankia, periodo este último del que sólo se recuerdan sus “pecados”, olvidando cómo “se le metió el marrón” de fusionar siete cajas de ahorro (alguna que otra bastante infectada), o como fue capaz de diseñar un plan de reflote y funcionamiento bancario que, “quizás”, también ha contribuido más de lo que se dice a poder aplaudir ahora algunos aspectos del banco, y que “otros” se cuelguen medallas como exitosos gestores.

Sin analizar que de los 12 millones defraudados con las tarjetas, son 2,6 los que corresponden a la etapa Rato (en un sistema diseñado en 1988 y por el que han sido condenados otros 63 exdirectivos de distinto pelaje político), lo que no debería obviarse es que alguno de los aplausos que se escuchan sobre la actual Bankia son fruto de la hoja de ruta que dejó antes de dimitir.

Quizás, como muchas de las cosas que han pasado en nuestro país en la última década, sea necesario analizar sin olvidar muchos aspectos que se eclipsan.

Quizás, tenga su importancia que era el primer candidato para sustituir a Aznar al frente del PP. Quizás que más de uno dentro de su partido, y algunos de sus delfines, estaban celosos cuando en Europa se le veía como el Monti español que podría lograr evitar el rescate y conquistar a los hombres de negro.

Quizás, tras cambios contables, unos resultados de la entidad mejores de lo esperado por algunos a principios de 2012 y con la inminente llegada del FROB3 -y el correspondiente plan para los siguientes años-, se forzó su salida desde algún ministerio, algún supervisor y algún regulador, quizás.

Por supuesto no justifico los errores que cometió, y más si tienen consecuencias legales y son delitos. Ni que fruto de su exitosa trayectoria, cayese en creerse por encima de la ley.

Lo que sí invito es a no olvidar como fue uno de los protagonistas principales del desarrollo económico de España y cómo asentó los cimientos de una gran entidad, con su correspondiente plan operativo, que ahora tiene dos logotipos y que, en nada, será la mayor entidad del mercado español.

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