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Complejo Zendal-itis

Complejo Zendal-itis

 

En un mundo que evoluciona (o involuciona) a gran velocidad en medio de una tormenta de información (o desinformación), necesitamos pararnos un segundo a pensar, y quizás, cambiar algunos comportamientos.

El azote mediático de bulos y mentiras camufladas que ha sufrido, y sigue padeciendo, el hospital público Isabel Zendal es un paradigma y un ejemplo de cómo las falsas verdades, el populismo, y algunos poderes son capaces de lograr que una numerosísima parte de la sociedad rechace, critique, demonice e inyecte el miedo en las venas de cientos de personas en un momento en el que lo que necesitan es tranquilidad y profesionalidad.

Recapitulemos. Estamos ante una situación extrema provocada por “un bicho” a nivel internacional y -aunque hemos progresado en tratamientos, vacunación, o medidas para limitar la extensión de la pandemia- seguimos viendo como las mutaciones, los efectos secundarios, los diferentes programas de vacunación según región, las medidas internacionales, o los consejos médicos, cambian mes a mes, semana a semana, e incluso día a día.

Mientras, nos hemos acostumbrado a ver las cifras de muertos diarios –insisto muertos, familias destrozadas, sorpresas... -y no las comparamos con otras que nos estrangularon el corazón; accidentes aéreos, atentados de Atocha, bombas de ETA, o las trágicas muertes en carretera de todo un año-, escuchamos, casi pasivamente, cómo mienten en redes y prensa falsos expertos. Contertulios voceros de sus amos, mediocres representantes sindicales más políticos que defensores de derechos, nuevos líderes de antiguas rémoras políticas que utilizan su falta de vello y su “secta” de seguidores juveniles para endulzar la mentira en pequeñas dosis azucaras que son consumidas y degustadas por miles de adolescentes de buenos principios. Pero que son engañados con manzanas envenenadas como si fuesen Blancanieves. Sólo que muchos de ellos/as están en el límite de poder votar, o ya lo hacen. Y se están tragando las mentiras sobre el Zendal.

Los que hemos estado allí ingresados hemos visto de primera mano que la mitad (o más) de lo que se dice fuera de este hospital público es mentira. Además, de pedir respeto a profesionales, enfermos y familias, ruego que, antes de criticar, se piense un momento. Sólo eso.

¿En serio no se puede entender que ante un problema nuevo es necesario buscar soluciones nuevas para que sean más efectivas, no se pierdan tantas vidas, y no se lastre la atención a otras enfermedades debido a un sistema colapsado?

Cuando te diagnostican el Covid y, además te ingresan debido a la neumonía que tienes en los dos pulmones –afortunadamente era sólo eso dentro del abanico de calamidades que puede provocar el coronavirus- no estás preocupado si vas a dormir en una habitación con muros, o si la comida va a ser cómo en casa, o si el hospital se llama Zendal, Clínico, Princesa o Rita la cantaora… Quieres, necesitas, estar convencido de que el tratamiento va a ser el mejor posible, que los sanitarios están contigo al cien por cien en la lucha como si fueras el único enfermo y que tu espera a la evolución se está desarrollando en el mejor sitio posible.

Y eso te lo da el nuevo hospital. Diciendo chorradas sobre “todos” los sindicatos médicos en contra, sobre profesionales que van enfadados a trabajar allí o les echan, sobre goteras que no existen, sobre comida con moho, sobre poca limpieza en baños compartidos, sobre una falta de intimidad insoportable..., sólo se consigue con esas mentiras que el miedo y la desconfianza afloren en las caras de los enfermos al llegar.

Afortunadamente, después, comprueban que nadie te quita los móviles -que son canales de comunicación con el mundo exterior y lamentablemente también vías de entrada de las bilis que lanzan desde fuera mentes enfermas, o sólo desinformadas. Los enfermos ven que está todo organizado para que te recuperes lo antes posible y, sobre todo, que las unidades de atención intermedia logren que no pases a UCI y no te intuben. Pero si es necesario, lo harán con los equipos y medicación adecuadas en las áreas creadas para ello.

“Es que no tienen ni quirófanos” ha dicho alguna “eminencia”. Es que quizás no valgan ante el Covid, igual que las áreas de hospitales tradicionales, no preparadas con los grandes techos, pasillos para andar y evitar trombos, y la constante visibilidad al enfermo que sí tiene el Zendal.

Es el momento de callarse y no difundir bulos, y si los escuchas, y más si es de alguien cercano a ti, para un momento y explica lo que se está logrando y cómo un hospital público, además, hace que no se colapse el sistema. No me creo que nadie quiera camas en los pasillos de uno tradicional con tal de criticar. Espero que sólo sea fruto del seguimiento emocional político que, en este caso, debe revisarse y no hacer que siga afectando a cientos de enfermos. Están escuchando dentro, no lo olvides.

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