Zarzalejo: naturaleza, paz y arquitectura de granito

Zarzalejo: naturaleza, paz y arquitectura de granito

Desde aquí se puede hacer una bonita ruta hasta la Silla de Felipe II, lugar del que ya dimos sobrada cuenta en pasados artículos.

El cielo amanece con una sucinta sábana de finas nubes que nos hace pensar que, quizá, el día no resulte tan caluroso como cabe esperar por las fechas veraniegas en las que nos encontramos. El afán por continuar descubriendo nuestros pueblos de la Sierra Madrileña nos llevará en esta ocasión a visitar un municipio con mucho encanto donde la paz no solo se percibe, sino que se respira; donde el granito es la esencia no solo de sus calles, sino también de su historia y sus gentes; donde la madre naturaleza se enseñorea con todo su esplendor allí donde mires. Hoy nos vamos a Zarzalejo, un lugar con alma de granito.

Zarzalejo, situado en la sierra de Guadarrama, se encuentra a tan solo 56 km de la gran capital. Su situación a los pies de la Machota Alta y la Machota Baja, muy cerca de donde nace nuestro querido río Perales, hace de este municipio lo que es, pues se trata de dos montañas graníticas artífices, entre otras, de las piedras que sustentan el gran Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. De hecho, si hablamos de su historia, no podemos obviar que Felipe II utilizaba este fabuloso lugar de recreo y de descanso, por algo sería.

Llegamos, pues, a Zarzalejo Estación, ya que el municipio está dividido en dos núcleos urbanos, el indicado que se encuentra abajo y donde, evidentemente, está la estación del tren, y el de arriba, Zarzalejo, al que iremos con posterioridad. Las nubes de primera hora aún continúan haciendo de pequeño parapeto ante el implacable sol, por lo que decidimos aprovechar la circunstancia para caminar un poco en post de hallar la Calzada Romana de Zarzalejo. El camino es sencillo y la vegetación y fauna nos acompañan en el trayecto. Llegamos así, al primer tramo donde descubrimos los bastos adoquines romanos que nos retrotraen inevitablemente a otros tiempos muchos más pretéritos. Al parecer, esta calzada se extendía entre Titulcia y Segovia, confluyendo con la Vía Antonina. En cualquier caso, desde aquí se puede hacer una bonita ruta hasta la Silla de Felipe II, lugar del que ya dimos sobrada cuenta en pasados artículos.

Regresamos sobre nuestros pasos para dirigirnos ahora a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, también situada en Zarzalejo Estación. Se trata de una edificación moderna y sencilla que data de 1955. Su construcción es íntegramente de bloques de granito generalmente irregulares, salvo el tejado que es de pizarra. La fachada principal cuenta con una espadaña con dos campanas, un pequeño reloj y, sobre la puerta, podemos apreciar la representación de la Virgen con la inscripción: Sancta María Mater Dei.

Pero mucho nos queda por ver aún hoy, así, pues, regresamos al vehículo para recorrer la distancia que separa los dos núcleos urbanos de Zarzalejo. Llegamos de este modo en poco tiempo a las proximidades del ayuntamiento, centro neurálgico del municipio. Sus construcciones serranas a base de granito y teja roja o pizarra, las cercanas montañas, el canturreo de los despreocupados pajarillos… nos transmite una calma que apenas es rota por el sonido de unas cucharillas tintineando en alguna taza de la cercana cafetería. Ante nosotros aparece un consistorio pequeño, pero muy coqueto que se encuentra en perfecta sintonía con las demás edificaciones del lugar. Alrededor de la plaza hallamos unas construcciones de granito perforado, más conocidas como talanqueras, las cuales se utilizaban para cerrar la plaza con el fin de celebrar la feria del ganado.

Caminamos lentos, despreocupados, contemplándolo todo con curiosidad, hasta llegar al mirador del Guijo, muy cerca de la Plaza de la Constitución. Lo primero que nos llama la atención es una grúa, la misma que se utilizaba para cargar las piedras en los trenes y que recuerda la gran importancia que ha tenido el granito para este pueblo. Pero, como no puede ser de otro modo, también nos asomamos al mirador para contemplar las impresionantes vistas que con facilidad le pueden cortar el aliento a cualquiera.

Continuamos nuestro más que agradable paseo en dirección a la Iglesia de San Pedro Apóstol, la cual divisamos sin mucha dificultad gracias a su impresionante torre. Se trata de un templo renacentista levantado en la época del descubrimiento de América, 1492, y reformado en 1619. Construida a base de piedra de sillería, como no podía ser de otro modo en granito, el alto campanario con cúpula, el aspecto regio del edificio, los contrafuertes y el pequeño, pero bien cuidado jardincito de entrada, donde destaca una blanca Virgen, hacen de este lugar un punto de obligada visita para todo viajero.

El tiempo pasa raudo por lo que debemos continuar. Avanzamos por la calle dejando atrás la impresionante iglesia, hasta dar con el Caño Nuevo. Esta es una fuente construida en el año 1850 a base de granito, nuevamente, y es de singular importancia porque, como reza el cercano cartel: Las fuentes y abrevaderos tradicionales eran lugares de reunión donde se recogía el agua en cántaros para el uso doméstico y se almacenaba en tinajas en el hogar. Si ustedes siguen nuestros artículos, habrán descubierto que en no pocos municipios aún persisten estos caños como recuerdo de un pasado no tan lejano.

Un poco más adelante, damos con el Caño Viejo, como es lógico algo más antiguo que el anterior, pues data del S. XVIII. Parece ser que antaño, en el frontal de la fuente, existía esculpida una flor de lis, emblema de la Casa de Borbón. Junto al monumento granítico y acuífero podemos encontrar otro monumento, el erigido en honor al cantero, cosa que habla muy a las claras de la procedencia y tradición de este bello y tranquilo municipio de nuestra Sierra Madrileña.

Las horas, como decía, transcurren a gran velocidad, por lo que llega la hora de despedirnos. Lo hacemos conservando en la retina lo que hemos visto y vivido en este día. Agradeciendo a esta tierra y sus gentes su esfuerzo y su generosidad por mantener el legado de sus antepasados, por ceder el granito de sus montañas para la construcción del Monasterio de El Escorial, entre muchas otras maravillas más y, cómo no, por ser sus vecinos gente tan amable y risueña como lo son todos nuestros vecinos de la Sierra Madrileña.

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