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Pelayos de la Presa, playa y encanto singular

Pelayos de la Presa, playa y encanto singular

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, data del siglo XVI y fue reconstruida después de la Guerra Civil, ya que tras esta quedó prácticamente arrasada.

Comenzamos una nueva sección en el periódico Sierra Madrileña, en el que vamos a tratar de acercar y dar a conocer algunas de las características más importantes de nuestros municipios. Algunos de los detalles aquí reseñados serán conocidos por muchos, especialmente por los habitantes del municipio del que se trate, pero estoy seguro de que algunos otros sorprenderán a aquellas personas que no estén familiarizadas con nuestros pueblos, esos pueblos que tienen su encanto singular, los pueblos de la Sierra Madrileña.

Hace frío, como corresponde a la época del año en la que nos encontramos. Sin embargo, el sol parece estar dispuesto a difuminar por completo las pocas nubes que cruzan lentas por cielo madrileño, lo cual, asienta en nuestro ánimo la convicción de que hoy será un gran día para descubrir, con todos vosotros, a Pelayos de la Presa. Un municipio conocido por la gran mayoría de la gente, pero del que seguro os llevaréis alguna que otra sorpresa, más allá del famoso pantano de San Juan que, sin duda, es el principal artífice del creciente turismo en la zona desde hace décadas.

El vehículo avanza sin problemas por la carretera M-501, más conocida como carretera de los pantanos. La vía bien asfaltada y desdoblada en un tramo importante hasta Navas del Rey, hace que lleguemos sin dificultad y en poco tiempo al municipio de la Sierra Oeste madrileña.

La proximidad del río Alberche, así como el propio Embalse de San Juan, acrecientan la sensación de frío. Por ello, decidimos ir en primer lugar a tomar un café caliente a una agradable cafetería situada cerca del centro del municipio. La simpática camarera que nos atiende, nos explica que ella nació en Pelayos y que ha pasado toda su vida ahí, por ello conoce muchas cosas de la historia de su pueblo. Como no podría ser de otro modo, aprovechamos la ocasión que se nos ha presentado, por pura casualidad, para preguntarle por los inicios de Pelayos de la Presa. Sin dejar de sonreír, a pesar de la mascarilla y manteniendo siempre la distancia de seguridad, nos cuenta que al parecer el origen del municipio es prehistórico, ya que se encontraron pinturas rupestres en el paraje de La Enfermería. Sin embargo, continua la dicharachera camarera, parece ser que fue en la época de los visigodos cuando se crearon los primeros asentamientos estables. Ya, durante la Reconquista, se repobló toda la zona entorno al río Alberche y en la Edad Media comenzaron a aparecer ermitas y eremitorios. Precisamente, el nombre de Pelayos de la Presa viene de San Pelayo, un antiguo eremitorio situado entre el pueblo y el cerro de San Esteban. Mucho más tarde, desde la segunda mitad del XX, Pelayos de la Presa se convirtió en el destino turístico que es hoy en día debido, principalmente, al pantano de San Juan y al entorno natural que tiene la zona. La joven nos asegura que su pueblo es mucho más que el embalse, que cuenta, por ejemplo, con unas fiestas patronales únicas y que deberíamos de conocer. Desafortunadamente para nosotros aún faltan varias semanas, pues se celebran en el mes de febrero, por San Blas. Al parecer, en la víspera de San Blas, se celebra “la noche de las candelas”, que es la tradición más arraigada del municipio. Según nos cuenta la agradable camarera, se dice que en la antigüedad esa noche los vecinos hacían una hoguera en la misma puerta de sus casas con el fin de quemar todo aquello que se había quedado inservible. Con el paso del tiempo, esa tradición se convirtió en lo que hoy en día es la Hoguera de la Candelaria que se produce en la noche del 2 de febrero y donde se reúne todo el pueblo para tomar chocolate y bollitos de San Blas.

Salimos de la cafetería muy satisfechos por la información que tan amablemente nos ha aportado esta hija de Pelayos. Partimos, pues, en busca de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que no se halla muy lejos del Ayuntamiento, lugar al que después nos acercaremos para visitar la picota donde se ajusticiaba a los malhechores y que aún se conserva.

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, data del siglo XVI y fue reconstruida después de la Guerra Civil, ya que tras esta quedó prácticamente arrasada. De la original se mantiene la espadaña y parte de la sacristía. De la nueva iglesia destaca el atrio de arcos rebajados y su austero frontón realizado en piedra. Así mismo, llaman la atención los blancos contrafuertes exteriores, sobre la cubierta, que sostienen parte de la nave principal. Si bien se trata de un edifico con poco ornamento, no podemos decir que esté exento de belleza y singularidad.

Como habíamos planeado, dejamos la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para llegar, por la calle de la Iglesia, hasta el Ayuntamiento y tras pasar por delante de su fachada llegamos a la plaza del mismo, donde, un poco más allá, encontramos la picota o Rollo de Justicia. La picota era antiguamente el símbolo que representaba el poder del Señor de la zona, en la actualidad, tan solo un vestigio del pasado que soporta estoicamente el paso de los siglos.

El tímido sol resulta, en un gélido día como hoy, ciertamente agradable, por lo que decidimos, antes de partir hacia el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, también parada obligada en este interesante y tranquilo municipio, caminar sin rumbo fijo, alejándonos de las sombras y oteando con curiosidad su arquitectura. De este modo, llegamos sin darnos cuenta a una curiosa escultura que nos llama profundamente la atención. Se trata de un hombre con boina sobre un burro, homenaje inequívoco a este animal. Leemos una placa que reza: “Animal fiel y compañero del hombre, siendo el Tío Honorio la única persona propietaria de dicho animal en este municipio".

El tiempo transcurre raudo y es por ello por lo que regresamos al vehículo que nos ha traído hasta Pelayos de la Presa. Ponemos rumbo al Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias o Monasterio de Pelayos. Desde la propia carretera que atraviesa el municipio, podemos contemplar parte de la monumental construcción. Volvemos a apearnos del vehículo, pero nos llama la atención un cartel que indica “Aventura Amazonia”, descubrimos que se encuentra muy cerca del Monasterio, por lo que decidimos acercarnos para echar un vistazo. Ante nosotros aparece un parque de aventuras donde los jóvenes, y no tan jóvenes, disfrutan de juegos en los árboles a base de largas tirolinas, escaleras, entre otras, pero siempre con la máxima seguridad. Y es que, como ya hemos dicho al principio de este artículo, Pelayos de la Presa es mucho más que el pantano de San Juan.

Regresamos sobre nuestros pasos para, ahora sí, acercarnos a contemplar de cerca el Monasterio de Pelayos, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1983. El edificio original data del siglo XII, pues fue el rey Alfonso VII quien donó las tierras en el año 1150 para su construcción. Tras distintas vicisitudes, durante la desamortización de Mendizábal en el año 1835, el monasterio pasó a manos particulares, momento en el que comenzó su decadencia debido al abandono, lo que lo ha llevado a un estado de semiruina. En 1973 comenzó su rehabilitación, la cual aún hoy continúa.

De estilo románico, se puede afirmar que, a pesar de los siglos, continúa resultando espléndida y grandiosa. Perdura su monumental y bella cabecera, la cual está formada por tres ábsides, siendo el central el de mayor altura y único con planta semicircular, pues, los de los laterales la tienen cuadrada. Sin duda, una hermosa estampa que nos deja un gran sabor de boca mientras subimos al vehículo nuevamente para acercarnos al pantano de San Juan, última parada en nuestra visita a Pelayos.

La distancia entre el monasterio y el embalse es ciertamente corta, por lo que no tardamos mucho en llegar a nuestro destino. El entorno se nos antoja idílico, entre grandes pinares y moles de roca granítica, con la masa acuífera muy azul como protagonista principal. El embalse que se encuentra entre los términos municipales de Pelayos de la Presa, San Martín de Valdeiglesias, Cebreros y El Tiemblo, tiene como principal río que lo nutre al Alberche. Fue construido en el año 1955 y tiene una capacidad de 138 hm³. Como curiosidad, bajo las aguas del pantano se encuentra un gran puente, varios molinos y una ermita. Ya en la superficie, destacan los múltiples restaurantes, el Club Náutico Madrid, construido en el año 1961, empresas de alquiler de embarcaciones, así como las zonas de recreo y baño la “Virgen de la Nueva”, siendo esta la única playa que en Madrid cuenta con el distintivo de Bandera Azul, y “El Muro”.

Se nos ha hecho muy corta nuestra visita, pero es hora de marcharse, por lo que no hay tiempo ni espacio para más. Hemos realizado un amplio recorrido por este bello y tranquilo municipio, sin embargo, somos conscientes de que nos dejamos algunas cosas en el tintero, como son las múltiples rutas de senderismo que salen desde el municipio y alrededores. Tales como la Vía Verde del Ferrocarril, ideal para realizarla en bici, o, quizá la más destacada, aquella que nos llevaría a las pinturas prehistóricas realizadas en bolos graníticos y que se encuentra en el paraje de “La Enfermería”. Esta última ruta es de unos seis kilómetros, ida y vuelta, y su trazado es sencillo de realizar. Sin duda, un aliciente deportivo y cultural más que añadir a este magnífico municipio.

En definitiva, Pelayos de la Presa, es uno de esos pueblos de la Sierra Oeste de Madrid que te dejan múltiples recuerdos, así como el deseo de regresar, para pasear por las calles, visitar sus monumentos y disfrutar de la alegría y simpatía de los vecinos, gentes que, como todos los de la Sierra Madrileña, resultan amables y atentos por naturaleza.

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