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Ayuso, Trancas y Barrancas

Ayuso, Trancas y Barrancas

 

Llegó, vio y venció. Isabel Díaz Ayuso se presentó en El Hormiguero vestida negro, con chupa de cuero y pendientes largos, siendo fiel a ese look fresco con matices rockeros, deportivos y románticos que le caracterizan. La presidenta regional se sometió al interrogatorio de Pablo Motos, quien no dejó un solo tema por abordar sobre la mesa. La entrevista se desenvolvió en un tono amable y desenfadado, en el que la presidenta regional pareció cómoda, y Pablo Motos, también. A Pablo siempre le delata su lenguaje corporal y con Ayuso, ciertamente, estuvo cómodo.

Había mucha expectación, con Ayuso siempre la hay. Pero en esta ocasión más si cabe. Y las cifras lo demuestran con un total de 3.588.000 espectadores y una cuota de pantalla del 23,2%, la máxima de la temporada. Al día siguiente periodistas y políticos hicieron un análisis más que minucioso de la entrevista, observando cada gesto, cada postura, cada palabra, cada mensaje. Y, como no podía ser de otra manera, cada cual interpretó el acto bajo el prisma de su dolencia, de su interés o de su sapiencia. Pero el análisis que realmente cuenta es el de los ciudadanos, el de los vecinos de a pie, el de los chavales jóvenes que viven en un Madrid que brinda oportunidades de futuro, el de las familias que poseen libertad de elección en la educación de sus hijos, el de los empresarios que gozan de estabilidad y certidumbre, el de los hosteleros que se han sentido apoyados durante la pandemia más terrible, evitando en un porcentaje muy elevado tener que echar el cierre a sus establecimientos… En definitiva, la opinión de la gente sencilla que simplemente busca tranquilidad, libertad y prosperidad, de aquellos que no son estrategas ni manejan artimañas ni argucias, pero al final, son los que votan en las urnas, siendo los garantes de la buena salud de nuestra democracia. Pues a ellos, Isabel Díaz Ayuso les volvió a convencer.

El efecto Ayuso existe, es innegable. Lo atestiguan los 65 escaños con los que arrasó en las elecciones autonómicas del pasado 4 de mayo en Madrid. Los titulares de aquella jornada post electoral en la Comunidad de Madrid señalaban que el PP había logrado más escaños que toda la izquierda junta, que Pablo Iglesias dejaba la política, que Ciudadanos desparecía devorado por los populares, y que el PSOE se desplomaba en el peor resultado de la historia.

Ayuso fue humilde y reconoció públicamente que sabía que contaba con un porcentaje de “voto prestado” pero también había sido capaz de volver a prender llama de la ilusión entre las filas de los votantes azules. Aunque Pablo Casado haya apuntado en alguna ocasión que no era partidario de que la misma persona centralizara los cargos de la presidencia del Gobierno Regional y del Partido Popular de Madrid, las circunstancias a lo largo la vida -y más en política- van cambiando y evolucionando, y hay que saber ser flexible y adaptarse a ellas. Ayuso ha sido sincera y ha dicho que querría ser presidenta del PP de Madrid y se merece ese “premio”. Casado estaría muy acertado si fuera flexible y actuara con inteligencia, porque en las próximas elecciones internas del PP votarán los compromisarios del partido, pero después vendrán las elecciones generales al Gobierno de España y en ellas, los que ejercerán su derecho de voto en las urnas sí que serán los ciudadanos de a pie… los jóvenes, las familias, los empresarios, los mayores, los hosteleros... Esas gentes que no son estrategas, pero tienen ojos para ver y manos libres para votar

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