Ovillo, “Cocina tradicional viajada”
La magia existe. Caminando por la calle Pantoja de Madrid, me detengo a la altura del número ocho. Me han recomendado visitar el restaurante Ovillo, y observando la fachada del edifico que lo alberga -sencilla, sin ningún tipo de adorno y hasta un poco desangelada-, no puedes imaginar el espectacular espacio que se halla nada más atravesar el umbral de su puerta. Insisto, la magia existe.
El restaurante se ha instalado en una antigua fábrica de marroquinería que goza de gran amplitud -nada menos que 700 metros cuadrados-, y de dos plantas cuya altura se ha dejado diáfana para dar luz natural mediante numerosas claraboyas. En el interior, la cocina vista en sala.
El establecimiento fusiona el estilo romántico con elementos como grandes espejos isabelinos, con el estilo industrial, conservando las antiguas mesas de trabajo como fábrica de marroquinería, que ahora albergan el menaje donde antaño se guardaban los hilos para coser carteras y bolsos.
Sin duda, Ovillo es pura armonía. La luz natural y el color verde de las plantas que tapizan el local, transmiten paz y serenidad. El ambiente perfecto para disfrutar de su increíble cocina. Y, antes de entrar en la sala, se encuentra la barra, un lugar informal que resulta perfecto para reunirse o tomar un aperitivo antes de comer.
En Ovillo definen su cocina como “tradicional viajada” y es que los viajes, las vivencias, los contactos con otras cocinas y un carácter propio conforman su concepto culinario.
El artífice de toda esta magia es el chef Javier Muñoz-Calero Calderón, un auténtico maestro en los fogones, que fusiona cocina clásica e internacional, recogiendo un recetario tradicional de los lugares que han sido su campo base gastronómico con influencias de Francia, Suiza, Tailandia y, naturalmente, España.
La carta de Ovillo es corta, porque Javier Muñoz-Calero Calderón busca permanentemente un ejercicio de libertad. En ella encontramos platos con sabor intenso y producto reconocible. Sin duda, los productos de temporada tienen un protagonismo indiscutible.
En Ovillo se puede disfrutar de exquisitos platos de caza, con recetas, como la boloñesa de venado; guisos que evocan el pasado con fondos que se cocinan a fuego lento; y productos con denominación de origen con un toque creativo, como los callos con montgetas. Muy recomendables sus arroces al estilo murciano con pulpo o gamba roja; callos y tapas típicos de Madrid; mariscos de Galicia; escabeches y ahumados caseros; y tartares cortados minuciosamente, entre otros.
Entre mis entrantes preferidos, la alcachofa que la preparan de una forma espectacular. También son muy recomendables el panaché de verduras con yema, la ensaladilla, y el tomate con pil pil de su vinagreta. Entre los principales, encontramos, por ejemplo, un bacalao con ajo, perejil, guindilla y palo cortado, o una carrillera de ternera al Banyuls y, entre mis favoritos, los callos y las mollejas de ternera. Y para finalizar, postres como el helado con barquillo artesanal o la tarta de Tetilla con migas de palulú y helado de frambuesa.
Ovillo proporciona la posibilidad de un disfrute gastronómico pleno en el que se fusionan la armonía de su local y el espectacular sabor de su cocina. La magia existe.