Lecciones de ética política

Lecciones de ética política

 

La pretendida superioridad moral de la izquierda ha conseguido que veamos como algo normal que Pedro Sánchez se alíe con los populistas chavistas, con los golpistas del separatismo y con los albaceas del terrorismo etarra para mantenerse en el poder, pero que, sin embargo, nos parezca escandalosa la mera posibilidad de que el PP, ni tan siquiera, se plantee la posibilidad de pactar con Vox.

Por mucho que la izquierda lo repita, el partido de Santiago Abascal no es inconstitucional, ni antidemocrático, ni homófobo, ni racista, ni va contra las mujeres. Pero, como aseguraba Goebbles, “una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”, y el mantra ha acabado instalando esa idea en el imaginario colectivo para generar rechazo hacia esa formación.

Y eso, que se trata de un partido que nunca ha apoyado una dictadura como la de Venezuela, ni ha prohibido que los niños estudien en español en Cataluña, ni ha indultado a golpistas, ni ha pactado con filoetarras, ni ha pretendido blanquear el pasado criminal de una banda terrorista.

Pero esa izquierda intransigente que decreta estados de alarma inconstitucionales, que alardea de controlar la Fiscalía, que cesa a los mandos de la Guardia Civil que investigan al gobierno por orden judicial y que impide que se esclarezcan los abusos sexuales a menores, a no ser que se hayan cometido en el seno de la Iglesia, nos imparte lecciones de ética política para determinar que aquellos partidos con un ideario que no es el suyo no tienen derecho a formar parte de la vida institucional.

Al parecer, acatar la Constitución, defender la igualdad entre españoles, el derecho a utilizar nuestro idioma, la libertad para elegir la educación de tus hijos, el control de la inmigración ilegal, el respeto por los símbolos nacionales o la unidad de la Nación, es algo que no se puede permitir.

Pero lo peor del caso es que algunos dirigentes del PP compren esa mercancía defectuosa y tengan miedo de que les llamen fascistas si defienden el programa por el que los ciudadanos les votaron.

Ya va siendo hora de que dejemos madurar a nuestra democracia, tal como lo han hecho los ciudadanos, y que exijamos a nuestra clase política que se deje de demagogia y se ponga a trabajar en beneficio de los intereses de España y de los españoles.

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