Nadie llorará por Paquito

Nadie llorará por Paquito

En casa le llamaban Paquito. Tenía 24 años y una vida por delante. Le gustaba el cine, la literatura y el deporte. Nacido en Sevilla, —hijo y nieto de guardias civiles—, ingresó en el Cuerpo de Policía en 1970. Formó parte de la escolta del Príncipe Juan Carlos. A base de trabajo y dedicación, se había convertido en subinspector de Policía. Francisco Anguas Barragán, Paquito, había estudiado Derecho y quería hacer Filosofía y Letras. Pidió el traslado a Barcelona. Esperaba ascender a Inspector para ganar algo más de dinero, poder pagarse un piso y casarse con su novia.

Adscrito a la Brigada Antiatracos, a las seis de la tarde del 25 de septiembre de 1973, él era uno de los cinco policías de paisano que, en el bar Funicular, en la calle Girona, esquina Consell de Cent, preparaban una emboscada para detener a Xavier Garriga, alias El Secretario, militante del grupo terrorista MIL (Movimiento Ibérico del Liberación), que el 2 de marzo anterior había cometido un atraco en una sucursal del Banco Hispano Americano de la calle Fabra i Puig en el que resultó herido un contable.

Cuando Garriga apareció acompañado por tres compinches —entre ellos, otro de los atracadores del banco, Salvador Puig Antich, alias El Metge—, los agentes les arrinconaron en el portal del número 70 de la calle Girona, donde  los atracadores trataron de repelerles a tiros. Los policías lograron desarmar a Puig Antich, pero él sacó otra pistola que llevaba oculta y disparó tres veces contra Francisco Anguas, que empezó a desangrarse. Los compañeros de Paquito abrieron fuego y redujeron al agresor, que cayó herido. Ambos fueron trasladados al Hospital Clínico. Paquito ingresó cadáver, pero su asesino salvó la vida.

Puig Antich fue condenado a muerte y el 2 de marzo de 1974, en la prisión Modelo de Barcelona, fue ejecutado a garrote vil, convirtiéndose en el último ajusticiado del franquismo. Al cumplirse cincuenta años, La Sexta Columna ha emitido un reportaje en homenaje a Salvador Puig Antich, ensalzando su figura como si fuera un héroe.

Paquito tenía 24 años cuando fue asesinado. Nadie ha puesto una placa con su nombre en ninguna calle, cosa que sí han hecho con quien le disparó. La pena de muerte es inaceptable. Nadie puede arrebatar la vida a otra persona. Pero no deberíamos confundir los derechos civiles con la alabanza del criminal y el desprecio a la víctima.

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