Suicidio y violencia juvenil
La pasada primavera tuve la oportunidad de entrevistar a un profesor de un instituto de una de las localidades con mayor renta per cápita de la Comunidad de Madrid y en el transcurso de nuestra conversación me dio el estremecedor dato de que prácticamente todas las semanas sufrían el intento de suicidio de alguno de sus jóvenes alumnos. Varios meses después, aún estoy tratando de digerir tan dramática noticia. La sociedad, en general, tiende a pensar que los casos de suicidio juvenil son cuantificablemente aislados y que afectan con mayor probabilidad a zonas más deprimidas económicamente o a familias con mayor riesgo de vulnerabilidad. Pero no es así.
¿Qué les está ocurriendo a nuestros jóvenes? ¿Por qué la violencia juvenil se ha disparado de una forma tan exponencial? El tema es lo suficientemente grave y preocupante como para que desde todos los ámbitos de la sociedad trabajemos de forma conjunta e inmediata, si en algún momento queremos que se revierta esta terrible situación.
Vivimos en un mundo globalizado, en la era de las comunicaciones, de la libertad de acceso a la información, del contacto on line con los lugares más remotos... Y al mismo tiempo, somos esclavos de la tecnología. La violencia entre los jóvenes se ha normalizado. Los videojuegos les invitan a vivir horas de violencia sangrienta en las que sus avatares decapitan, mutilan, queman o atropellan con la misma normalidad con la que antaño Mario Bros capturaba monedas. Las redes sociales se han convertido en el escaparte donde mostrar grabaciones de agresiones y peleas para obtener el máximo número de likes y con ello crecer en notoriedad.
El ser humano es tan inteligente y tan estúpido a la vez, que es capaz crear la más vanguardista tecnología y alienarse y autodestruirse con ella, después. La educación en valores y la familia serán claves para recuperar a nuestros jóvenes.
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