¡Pasen y vean!

¡Pasen y vean!

 

Cada 24 de enero, los periodistas celebramos la festividad de nuestro patrón, San Francisco de Sales. Lejos quedan aquellos días de Facultad en los que el imponente edificio de hormigón gris de la Complutense, cobijaba nuestros sueños, nuestra juventud y nuestro esfuerzo.

En aquella facultad gris por fuera, pero multicolor y pluridisciplinar en sus entrañas, se aprendía a amar aún más el periodismo y a valorar el respeto, la libertad y la ética, por encima de todas las cosas.

Allá por los años 80, hubo un tiempo en que los periodistas nos defendimos a capa y espada contra el intrusismo profesional. Ya se había regulado la profesión periodística y la carrera de Periodismo se hallaba reglada en los planes académicos universitarios. Qué lucha tan ardua y, finalmente, tan estéril.

En aquel momento, no imaginábamos -ni por asomo-, lo que se nos avecinaba solo unos años más tarde con la proliferación de las redes sociales y los medios online. La actualidad ha cambiado el panorama dando un giro de 180 grados. Hoy en día, todo el mundo escribe. Cualquier persona maneja las redes sociales o dispone de un blog. Todo ciudadano tiene plena libertad para expresar su opinión, lo cual resultaría de lo más saludable, si se realizara con responsabilidad. Cualquiera puede emitir una opinión, incluso un juicio de valor, pero también puede desinformar, contribuir a la difamación, a las calumnias, a las injurias y atentar contra el honor de cualquier otra persona.

Nada más lejos de lo que los periodistas interiorizamos a fuego en nuestras conciencias, aprendiendo a analizar y a respetar el artículo 20 de la Constitución Española, presente en cada uno de los cinco cursos que duraba la carrera universitaria. Un artículo, por cierto, que además de hablar de “libertad”, también hace referencia a conceptos como la “información veraz”, la “cláusula de conciencia”, y el “derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. Cada día miles de personas manejan perfiles en las redes sociales y en los blogs, de forma real o bajo perfiles falsos, con el cometido de “manipular” la opinión pública, y tienen plena impunidad para insultar, amenazar, violentar, mentir…

El mundo ha cambiado, la sociedad ha evolucionado, los canales se han diversificado y proliferado de forma exponencial, pero los valores primordiales de nuestra profesión deben mantenerse. En la universidad, los profesores nos ilustraron sobre el “amarillismo” que practicaban algunos medios pero hoy, por desgracia, el amarillismo tiñe con demasiada frecuencia un periodismo que vive en constante pugna por lograr el titular más impactante, sin tener en cuenta si se ajusta a la verdad, ni los “cadáveres” que pueda ir dejando por el camino; porque lo que prima es el espectáculo mediático y posicionarse más rápido que el digital de al lado o la televisión de la competencia.

El periodismo no es espectáculo, nunca lo ha sido. La sociedad no necesita del trilerismo periodístico construido a base de titulares maquiavélicos, ni de informaciones deformadas por los intereses de turno. Veo improbable que el auténtico periodismo vuelva a recuperar su esencia, la de la cordura, la independencia, la veracidad y la ética. Resulta anecdótico que lo sorprendente es que aúnqueden profesionales que sienten y ejercen el periodismo, desde lo más profundo de sus vísceras, para cumplir el primero y más importante de sus objetivos: informar.

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