Y entonces, llegó Ayuso

Y entonces, llegó Ayuso

 

Vivíamos en un mundo distópico. El gobierno se sustentaba en el poder gracias al apoyo de lo más execrable de la sociedad: los radicales, los populistas, los que querían romper la nación, los que reivindicaban el frentepopulismo y el guerracivilismo, los que aplaudían los crímenes de ETA, los admiradores de la dictadura chavista, los antisistema, los que no protegen la propiedad privada de los ciudadanos, los que fomentan la “okupación”, los que alientan los disturbios y los “cordones sanitarios” contra quienes no piensan como ellos, y los que siembran el odio.

Cuando parecía que no podíamos estar peor, nos arrasó una pandemia. Una amenaza invisible ocultó bajo mascarillas las pocas sonrisas que nos quedaban, nos privó de besos y abrazos, y nos hurtó el contacto humano. Nuestros seres queridos murieron solos, sin que pudiéramos, ni tan siquiera, cogerles de la mano. Los ataúdes se apilaban en fríos almacenes mientras el gobierno nos mentía.

Pedro Sánchez aparecía en televisión, bronceado y sonriente, mientras nos mantenía a todos confinados en nuestras casas. Los negocios echaban el cierre, los autónomos se arruinaban y las familias, con cada vez más de sus miembros en paro, se desesperaban cuando llegaba fin de mes. No había alegría, solo preocupación y miedo.

Y entonces, llegó Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid plantó cara al gobierno radical de izquierdas que nos mantenía encerrados y empezó a derribar muros. Construyó dos hospitales en tiempo récord, fletó aviones con material sanitario, permitió que los comerciantes abrieran sus puertas y apeló a la responsabilidad de los ciudadanos desde la libertad. Y el plan funcionó. Las calles de Madrid recuperaron su actividad, los bares y los restaurantes, con las mesas más separadas, empezaron a servir comidas, las tiendas, con gel hidroalcohólico a la entrada, volvieron a vender. Y, frente a quienes la acusaron de primar la economía sobre la salud, demostró que, no por dar libertad, los contagios eran mayores que en otras zonas sometidas a estrictos cierres y limitaciones.

Los que no soportaban su éxito intentaron derribarla con pactos desleales. Pero ella, con gran agilidad política, prefirió dejar la elección en manos de los ciudadanos. Antes de que otros asaltaran el gobierno regional mediante acuerdos partidistas, convocó elecciones para que fuera el sufragio democrático el que, a través de los votos, determinase el futuro por voluntad popular.

Y las urnas hablaron. Y ahora, Isabel Díaz Ayuso es la presidenta de la Comunidad de Madrid con más del doble de escaños de los que tenía antes porque se lo ha ganado a pulso. Y los ciudadanos se lo han reconocido. Personas como ella nos reconcilian con la política y nos demuestran que todavía puede haber dirigentes que merecen nuestra confianza. Porque se la han ganado.

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