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El PP no puede pactar

El PP no puede pactar

 

Anda revuelta la izquierda española desde el acuerdo de gobierno que el Partido Popular ha alcanzado con Vox en Castilla y León. La alerta antifascista ha sido declarada y los dirigentes políticos de la zurda patria no dejan de darse golpes de pecho. Errejón dice que Feijóo ha quedado hipotecado por pactar con la extrema derecha. Yolanda Díaz ha advertido del riesgo que corren el bienestar, la sanidad y la educación. Irene Montero no ha decepcionado al hablar, directamente, de que las propias vidas de las mujeres castellanas y leonesas penden de un hilo.

Esto no es nuevo. Desde el dóberman que se intercalaba con las imágenes de Aznar en un vídeo del PSOE ya sabemos que algunos solo contemplan dos tipos de partidos: los bienintencionados de izquierdas y los peligrosos fascistas. Extrema derecha es Vox, pero antes lo fue el PP y lo fue también Ciudadanos. El borde derecho del PSOE parece el precipicio de la legitimidad política. Más allá de él solo hay barbarie.

Pensaban así los que advertían de toda clase de calamidades si el PP llegaba al poder en Andalucía tras cuatro décadas de socialismo, y la gestión de Moreno, con bajada del paro, atracción de inversión, y mejora de los servicios públicos, le convierte en el favorito de los andaluces en unas encuestas que predicen un gran incremento de escaños y en las que Vox también subiría. En el aire flota un posible acuerdo que los guardianes del antifascismo no pueden permitir.

Bramaron también contra Isabel Díaz Ayuso, pero su espectacular resultado del pasado 4 de mayo les ha dejado francamente desubicados. Siguen protestando, pero con la certeza de que recibirán la respuesta de una mujer sin complejos que no se pliega al marco mental de la progresía y no rehúye ningún debate. Ya saben: “Está hablando una mujer, cállense los de enfrente”.

Pero quienes se escandalizan con los posibles pactos con la “extrema derecha” no tienen reparos en pactar con los herederos políticos de ETA, que extorsionaba, secuestraba, torturaba, y asesinaba a aquellos que consideraba contrarios a sus intereses. No los tienen para pactar con los independentistas condenados por dar un golpe de Estado y querer invalidar la Constitución que garantiza los derechos de todos. No los tienen para mantener en el Gobierno a ministros que admiran públicamente a dictadores caribeños o a secretarios de estado amigos de las narco-guerrillas colombianas. Esos, precisamente esos, son quienes quieren fijar a los demás el listón de los pactos admisibles.

Uno de los que más protesta es el cadáver político de Pablo Iglesias, rabioso porque el mundo siga girando sin él, y sin echarle de menos, y al que imagino dentro de poco recitando en casa los versos de Agustín de Foxá:

Y pensar que no puedo en mi egoísmo

llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;

que he de marchar, yo solo hacia el abismo;

y que la luna brillará lo mismo

y ya no la veré desde mi caja.

Espero que descanse (y nos deje descansar) en paz.

 

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Carlos Díaz-Pache

  Director General de Cooperación con el Estado y la Unión Europea de la Comunidad de Madrid